Cuestión de formas
Que el alcohol etílico es una sustancia psicoactiva, una droga, es incuestionable. Sin embargo, la ambigüedad con la que se trata el tema, la forma de contemplar el consumo de alcohol, dependiendo de las formas, lugares, edades y costumbres nos hace difícil encontrar una solución simple para conceptualizar la sustancia. Les pondré un sencillo ejemplo:
Actualizado: Guardar¿Acaso la imagen de una chica de unos 19 años consumiendo alcohol en un chiringuito o en una terraza sobre el mediodía la aceptamos igual que, si esa misma chica lo hiciera en cuclillas junto a sus amigos y en la Plaza Mina a las 3 de la madrugada? ¿Realmente nos causaría idéntica impresión?
Es más, imaginen que ingiere menor cantidad en la plaza que en el restaurante o en el chiringuito. Posiblemente lo que nos escandaliza sean las formas. Sencillamente porque no tenemos suficiente conocimiento de los efectos que el alcohol causa en nuestro organismo, porque su consumo desde que tenemos uso de razón lo hemos aprendido. Como bien dice mi buen amigo y experto en neurociencias, el doctor Juan Gibert Rahola, «hemos hecho del alcohol un lubricante social».
El mayor peligro del alcohol es la escasa percepción de riesgo que provoca sobre la población en general y la idea deformada, distorsionada que se ha dado sobre su uso y consecuencias. Por tanto, cualquier medida de orden coacitivo o represiva, que no venga precedida de medidas educacionales y publicitarias veraces, continuadas en el tiempo, solo serán parches ineficaces