Reencuen-tros
La música posee el mágico poder de viajar sobre el tiempo. Como todo arte verdadero, la buena música permanece viejamente joven; pasa el tiempo sobre ella, pero no lo hace por ella.
Actualizado:Ahora que han vuelto a poner a la venta un recopilatorio de temas inéditos de ese cantaor llamado José Monje Cruz, Camarón de la Isla, me vuelvo a reencontrar con mucho de todo aquello que hubo y que por desdicha ya no encuentro.
Tiene el flamenco universal en la figura espiritual de Camarón a su máximo exégeta, pues supo llegar como nadie a todo tipo de públicos, rompiendo todos los moldes y parámetros habidos y por haber.
Ya en Donde Rezan Los Mitos quise plasmar esa sinfonía salvaje y libre de este flamenco incomprendido. Hoy, entre otros, es su hijo Luis Monje el que nos regala este nuevo disco de emociones nuevas con ecos viejos. Dicen que José, ya de chaval, era un niño que cantaba para los viejos, y es que la pureza tiene eso; una fuerza que más que verse se siente y que en su aparición enamora a todos los presentes. José no dio tregua a la vida y ésta, hastiada de su atrevimiento, se lo regaló a la muerte.
Las esqueléticas manos de este rebelde siempre se me asemejaron a las de un Cristo martirizado, que sudaban en vez de sangrar y que expresaban con su mudo palmeo ese sonoro compás de espera por vivir al filo del más allá.
Y es que el verdadero arte se nos presenta siempre como ese joven fresco e innovador que guarda en sus entrañas a un viejo sabio y demoníaco; como ese yunque de fragua que entre fuego y compás nos hipnotiza con musical golpe, seco, crudo y doloroso; como una lágrima nueva, fresca y pesada, que llora por un lejano recuerdo.
El arte es, en sí, un reencuentro nuevo, cegador, diferente pero un reencuentro.