¡Pero qué malos son!
Actualizado: GuardarSon tan malos, lo hacen tan rematadamente mal, que uno llega incluso a pensar si estos señores -los que están dejando al Cádiz a la altura del betún- se han empeñado en meter al equipo en Segunda B. En un club donde seguimos tocando a disparate por semana, no hay techo para esta barbarie de índole futbolístico-empresarial. La llegada de Julián Rubio es una nueva vuelta de tuerca en este despropósito de una entidad en la que José Manuel Barla pinta menos que Fernando Alonso en la lucha por el título de Fórmula 1. Todo lo que sucede en este Cádiz desprende tal tufo a improvisación y a carencia de profesionalidad que a más de un aficionado comienza a provocarle nauseas acercarse por el estadio Carranza. Pero que no se preocupen aquéllos a los que le va la vida en esto, que -por lo que se puede observar en celebraciones y muestras de desencanto- son cada día más. El Cádiz se salvará. Lo hará porque el calendario ha querido que en las dos últimas jornadas nos toque un Sevilla Atlético, que vendrá a la Tacita de Plata como turista accidental, y un Hércules, al que sí que habrá que observar con lupa para averiguar la oferta más espléndida que le llegará de los que no han hecho los deberes en 41 partidos y estar dispuesto a superarla. Una verdadera piltrafa es en lo que se ha convertido un equipo amarillo llamado -el pasado verano por interesados e ignorantes- a ser candidato al ascenso y que ahora, en momentos de agonía, sigue mostrando su rostro más mezquino. Se han cachondeado de la afición, que a ver si es capaz de recuperar la vista para observar cuanta basura le rodea; se han burlado del Ayuntamiento, que se lo merece por su enfermizo afán por figurar; y han menospreciado a unos profesionales dispuestos a echar un cable, pero que siguen sin tener cabida en los planes de unas personas que podrán tomar decisiones muy acertadas en sus empresas, pero que no tienen ni puñetera idea de fútbol.