LUCES Y SOMBRAS

mover el sillón

Oportunidad histórica, mover el sillón, mover ficha, ahora no toca, romper la baraja, modular los tiempos, vestir el muñeco, mirar el futuro, el modelo económico y social, lleno de buenos propósitos, tensionar al partido, mire usted, cambiar el modelo, política casposa, situarse en un escenario son expresiones, junto con otras muchas, que de forma habitual emplean algunos políticos y comentaristas de la actualidad española. Incluso hay quienes, carentes de imaginación, montan sus discursos a base de combinar con más o menos habilidad ese tipo de expresiones. Los vocablos «casposo» y «escenario», por ejemplo, tan de moda últimamente, lo mismo sirven para un roto que para un descosido. El primero tiene carácter denigratorio y el segundo se utiliza para ubicar algo material o intangible en un espacio virtual o real.

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Me he acordado de toda esa fraseología del mundo de la política a la vista de la información que se publica en torno al presidente del Partido Popular. Se comenta que existe una estrategia escalonada para obligarle a dimitir. En este sentido está soportando una fuerte presión tanto interna, de miembros de su propio partido, como externa, procedente de determinados medios de comunicación, que si la supera es fácil que se convierta en el líder indiscutible del centro derecha. Que es lo que al parecer pretende con sus ideas. Con ese pretexto le están moviendo despiadadamente el sillón. Más bien diría que lo zarandean y hasta lo sacuden de vez en cuando.

El sillón se le mueve al cargo electo ya sea institucional u orgánico de partido. Es más complicado, aunque no imposible, movérselo a quien lo ocupa por nombramiento o designación directa. En realidad se trata de acceder a un puesto de responsabilidad pública por la puerta falsa pero sin dar la cara en el correspondiente proceso electoral.

Pero quiénes mueven el sillón del Presidente popular. Pues como siempre suele ocurrir en estos casos son los cargos y militantes de su máxima confianza los que conspiran para sustituirlo por otro que pueda satisfacer sus apetencias particulares. Aunque parezca paradójico los militantes que prosperan políticamente a la sombra del líder son los que ahora le traicionan obedeciendo consignas de otros que se proclaman depositarios de las esencias partidarias y ambicionan un poder que consideran al alcance de sus manos. No son las convicciones ideológicas, que se utilizan como pantalla de cara a la opinión pública, sino el temor a perder su status actual ante las reformas anunciadas lo que explica que quienes deberían apoyarlo le vuelvan la espalda.

En fin, la condición humana es impredecible. Cuando las ambiciones personales y las actitudes egoístas afectan a la confianza y la lealtad reciprocas que se deben los miembros de cualquier grupo social y que son necesarias para su buen funcionamiento, las consecuencias pueden ser letales. Sobre todo para las organizaciones políticas que por su propia naturaleza son más sensibles a cambios que no estén plena y razonablemente justificados.