Ganas de participar
La pequeña fisura, la grieta que se ha abierto en la mayoría silenciosa gaditana, justo cuando nada hacía presagiarlo, constituye un fenómeno más apasionante a medida que avanzan los días. «Asirlo por el cuello», como dice Canetti de su intento de comprender su tiempo, al inicio de Masa y poder, no es cuestión de un rato, ni una empresa que pueda abordarse sólo desde el periodismo, aunque es obligado intentarlo. Al machadiano modo, se trataría de distinguir las voces de los ecos, hasta escuchar solamente entre las voces una, pero llena de matices.
Actualizado:Me parece, para empezar, que estamos ante un fuerte deseo constructivo, ante muchas ganas de aportar ideas largo tiempo larvadas, masticadas, para mejorar la ciudad; de un impulso positivo, traspasado sobre todo de amor a la ciudad, un amor-fou aunque dolorido, realista, al espacio que habitamos, que nos pertenece, en el que hemos nacido y queremos vivir, y que no termina de resolver sus problemas, ni siquiera de enfocarlos del todo. La impaciencia por la falta de salida a cuestiones eternas, junto con la intuición de que también a escala local otro mundo es posible está entre los principales acicates del salto a escena de estos sectores de la sociedad civil, que han necesitado una rendija por la que colarse para hacerse visibles. La creación de nuevas plataformas de opinión para expresarse es, sin duda, un factor nuevo y a considerar.
Estamos ante un fenómeno de pura política, en el sentido clásico, política con mayúsculas, interés por la cosa pública, y no de estrategias de partido. Con todo, la política minúscula y cotidiana no está ausente, sino que existe una división sustancial, por ejemplo, entre quienes reconocen y ensalzan los méritos de la acción de gobierno municipal de Teófila Martínez, y quienes los critican o niegan, como la hay entre los que no perdonan la «deuda» del PSOE con Cádiz durante los años de administración socialista y los que reivindican la actuación del partido en los proyectos en marcha.
Más allá de visceralidades de uno u otro signo, creo que sería una pérdida que se desaprovechara este impulso crítico, creativo, participativo, en luchas partidarias. No se puede perder estos «cristales de masa», por seguir a Canetti, que quieren abandonar el individualismo e integrarse en un proyecto común. El reto es, entonces, conseguir una fórmula que evite el populismo a lo Berlusconi, o a lo Gil, en el que suele caer todo movimiento que no circula por los canales establecidos de participación política, o sea los partidos. Al tiempo, es urgente abonar, ensanchar el clima de tolerancia en esta sociedad que tiene tan hermosa y larga historia de cosmopolitismo y liberalismo, de ilustración y de aceptación del extranjero. Nadie debe temer hablar por miedo a represalias de ningún tipo. Nadie puede, ni mucho menos, perseguir o denostar a otro por sus ideas o por sus opiniones. Esta es la tierra de la libertad, dicen, decimos.
Intuyo también que ahí reside otra de las razones de este estado de opinión: el Doce y la oportunidad que representa cala poco a poco en las capas sociales más informadas y movilizadas. Existe la sensación de estar ante la última ocasión para poner en hora el reloj de Cádiz, para abordar de una vez por todas las tareas pendientes. Nos hemos puesto a soñar y hemos descubierto que hacerlo es hermoso. Hasta hemos concebido esperanzas. ¿Por qué no?
Nadie sabe muy bien, empero, qué se puede esperar del Bicentenario, si con el segundo puente y el hospital es suficiente, o si en cambio ambos proyectos están ya descontados y hay que ir a otra cosa, pero sí es claro qué se debe exigir, la recuperación de las oportunidades perdidas, el dinamismo social, la ciudad culta, ilustrada, abierta, próspera que fue.
Esa masa crítica que se hace ahora visible reclama también lealtad institucional, pero en sentido inverso, de las instituciones con los ciudadanos que representan, para que no se pierda este último tren en rencillas y zancadillas. A ver.
lgonzalez@lavozdigital.es