Apoyo territorial
El encuentro de Mariano Rajoy con los líderes regionales del PP, que tuvo lugar ayer en Valladolid, se convirtió en una demostración de fuerza del presidente popular de cara al congreso que su partido celebrará en Valencia dentro de tres semanas. Esa era sin duda el propósito de la convocatoria; una iniciativa orientada a cortar de raíz las sensaciones de crisis imparable y de contestación generalizada que las diferencias en el seno del Partido Popular estaban trasladando tanto hacia la opinión pública en general como a sus propias bases electorales y militantes. Pero con la foto de familia Rajoy no quiso retratar únicamente el respaldo territorial con el que cuenta en sus aspiraciones para continuar al frente del partido. Es indudable que también trató de ofrecer la imagen de un partido entero, en el que las divergencias quedarían localizadas en Madrid o identificadas con la notoriedad personal de algunos de sus dirigentes y diputados.
Actualizado: GuardarUna de las incógnitas que ahora se abren es si la sintonía de los barones regionales con Mariano Rajoy puede conducir a un modelo de partido distinto al que venía funcionando especialmente a partir de la llegada de José María Aznar a la Moncloa en 1996. Un partido que pasaría de estar pilotado por un núcleo central más o menos cohesionado pero capaz de dirigirlo desde la cúspide a una formación en cuyas decisiones pese más la siempre difícil conciliación de los intereses y sensibilidades territoriales. Es sin duda una incógnita que se despejará en el congreso de Valencia, haya o no candidato alternativo a Rajoy. Porque será entonces cuando se vea si los compromisarios responden al acicate de las numerosas enmiendas presentadas a las ponencias oficiales en línea con la postura que en cada caso defiendan los reunidos ayer en Valladolid, o si, más allá de la coincidencia general que muestren los integrantes de cada delegación territorial, pueden aflorar las posturas individuales como reflejo de un debate abierto en una organización diversa.
Probablemente una amplísima mayoría de los compromisarios que acudan al congreso anteponga su preocupación por la unidad del partido y el afianzamiento de un liderazgo fuerte a consideraciones de participación democrática y de riqueza de matices. Pero no será fácil que los resultados del cónclave tengan efectos integradores si el debate acaba sometido a la mecánica repetitiva de un voto territorialmente disciplinado.