Fumadores caídos
Expertos explican las razones químicas y psicológicas por las que algunos ex fumadores recaen en la adicción años después de haberse librado de ella
Actualizado:En la película La guerra de los Rose, el abogado especialista en divorcios Gavin D'Amato (Danny De Vito) llevaba 13 años sin fumar. Todo ese tiempo conservó el último cigarrillo de su último paquete en una pequeña urna de cristal. Pero entonces apareció por su despacho la explosiva Barbara Rose (Kathleen Turner) y todo acabó: cuando ella se fue, Gavin rompió la caja y se fumó el pitillo de una única, larga y ávida calada. Volvía a ser un abogado fumador.
Que la estupenda mujer de un amigo intente seducirle a uno para sacar provecho del divorcio es una excusa tan mala como cualquier otra para volver a fumar después de varios años sin hacerlo. El problema es que esa primera calada casi nunca es aislada: la mayoría de las veces, el ex adicto vuelve a fumar regularmente en días o semanas.
¿Cómo es posible que un poco de humo aspirado venza a la voluntad, a la razón, al miedo? El médico Rodrigo Córdoba, directivo del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, afirma que el dicho de que un fumador lo es para toda la vida «tiene una base cierta»: por un lado, porque la nicotina es una droga muy adictiva y, por otro, porque el propio acto de fumar engancha psicológicamente.
Ciclo diabólico
Córdoba recuerda que «el cerebro de un fumador es distinto al de una persona que no ha fumado nunca». Los fumadores tienen más receptores de nicotina -las uniones entre neuronas que hacen que fumar resulte placentero, primero, y necesario, después- y los ex fumadores, también; sólo que estos últimos, con el tiempo, los tienen «dormidos».
Un solo cigarrillo es suficiente para estimularlos y restablecer el circuito químico: cigarrillo-placer, no cigarrillo-ansiedad. Y el cerebro no se conforma con una sola dosis; cada vez pide más. «Los receptores de nicotina se despiertan en segundos, y la persona tiene una sensación de culpabilidad y frustración. Y para afrontarla, fuma. Es un ciclo diabólico».
Los tiempos varían de un sujeto a otro, pero, en general, el -de nuevo- fumador empezará con un cigarrillo aislado, seguirá con dos y en días o semanas estará consumiendo su dosis de siempre.
«Entre el 80% y el 90% de los ex fumadores recaen por un solo cigarrillo -afirma Córdoba-. Hay que ser muy estricto en evitar ese cigarrillo si quieres mantenerte sin fumar». Por eso es tan frecuente oír a los ex ex fumadores lamentarse de que volvieron a su vicio una noche loca en que sucumbieron a un pitillo, o en una boda en la que los amigotes insistieron en que probara el puro, o un día en el que el estrés del trabajo pudo más que su fuerza de voluntad. En algunos casos, es un acontecimiento trágico, como la pérdida de un ser querido, lo que desencadena la recaída en el tabaquismo. El periodista de televisión Peter Jennings -cuya muerte por cáncer de pulmón a los 67 años en 2005 desató una oleada de peticiones de tratamiento para dejar de fumar en Estados Unidos- confesó que, tras 20 años sin humos, había recaído el 11-S.
Fantasía del control
«En todas las adicciones, y esta es una más -asegura Rodrigo Córdoba- hay que evitar la fantasía del control. Esto lo tengo yo controlado, Por uno no pasa nada... Es absolutamente mentira».
Obviamente, hay que mantener la guardia especialmente alta en las primeras semanas después de abandonar el hábito. «El síndrome de abstinencia es muy variable, pero suele durar entre ocho y doce semanas», recuerda el experto. El deseo compulsivo de fumar, la irritabilidad, el aumento del apetito y otros síntomas del mono son muy intensos en ese periodo. Por eso cualquier tratamiento para dejar de fumar debe incluir un seguimiento durante todo ese tiempo, a ser posible con ayuda profesional.
Sin embargo, cuando el enganche físico ha desaparecido, aún hay que luchar contra el psicológico. El doctor Córdoba recuerda que el fumador «aprende durante años a utilizar el cigarrillo como estrategia de afrontamiento» en un gran número de situaciones, por lo que es normal echarlo de menos durante más de dos o tres meses.
El psicólogo David Briones señala que, casi siempre, fumar se asocia a «conductas sociales reforzantes», como tomar un café, conversar con un grupo de amigos, una agradable sobremesa...
La terapia de modificación de conducta intenta «romper esa asociación». Por ejemplo, al paciente se le sugiere que, cuando tenga ganas de fumar, abandone ese lugar agradable y esa simpática compañía y se vaya a fumar solo al retrete. Briones resalta que una aplicación estricta de la Ley Antitabaco ayudaría a romper esa asociación entre el cigarrillo y la diversión. «En Italia para fumar tienes que salir del bar, pasar frío... Eso impide fumar de forma automática, ser insconsciente del hábito».
El problema es que, cuando uno deja de fumar, se ve inmerso a diario en ese tipo de situaciones que relaciona con el cigarrillo. «El cuerpo lo recuerda», afirma el psicólogo. Él mismo fue víctima de esa asociación: llevaba dos años sin fumar cuando recayó como fumador social, y en poco tiempo estaba otra vez enganchado. «Mantener un consumo puntual es muy difícil», afirma. «Cuando se vuelve a fumar después de mucho tiempo sin hacerlo, al principio es tan desagradable como la primera vez: el sabor, la sensación en los pulmones... pero rápidamente se vuelve a asociar a estímulos agradables», explica.
Para Briones, esta adicción llega incluso a cambiar la identidad del individuo. Por eso algunas personas no sólo dejan de fumar sino que se vuelven auténticos militantes antitabaco: «Es un mecanismo de defensa para no recaer». Porque la alternativa es reconocer que está sacrificando algo que le gustaba. Y lo contrario: hay fumadores que se justifican a sí mismos diciendo que el tabaco no es tan dañino. «Pero desde hace unos años es muy difícil negarlo». No sólo la ciencia añade cada día nuevas enfermedades a la lista de las causadas por el tabaco; también la percepción social del fumador ha variado... a peor.
La segunda vez
El doctor Córdoba asegura que no hay datos de que el tipo de tratamiento utilizado influya en las recaídas a largo plazo, pero cree que si el adicto está asesorado por un profesional, el riesgo de recaída será menor. En cambio, el médico y psicólogo Luis Girela asegura que «recae quien se ha quitado mal». «Cuando la persona deja de fumar a las bravas, sigue teniendo el deseo interno de fumar; lo que pasa es que su voluntad puede sobre el deseo y se mantiene sin fumar durante un tiempo. Pero el problema no está resuelto».
Este especialista en drogodependencias aboga por los métodos que hagan que el fumador «aborrezca el tabaco» y elimine el «automatismo» de fumar. Él sugiere uno que dura varios meses: primero, cambiar de una marca normal a una light y, cuando el consumo se estabilice en el número de cigarrillos habitual -al principio aumenta porque se absorbe menos nicotina-, cambiarla por una ultralight. Una vez acostumbrado, debe empezar a fumar tabaco de liar sin filtro: es incómodo de preparar, está mal visto y su sabor es desagradable porque se apaga continuamente. O sea, aborrecible.
Para el doctor Girela, lo difícil es vencer la dependencia psicológica. No es lo mismo desintoxicar a una persona que consume morfina porque no le gusta su vida que a otra que la toma por prescripción médica porque tiene una neuralgia del trigémino. Y la nicotina es una droga que aumenta la concentración y reduce el apetito. «El organismo lo percibe, inconscientemente le gusta y lo mantiene», concluye.
Rodrigo Córdoba asegura que la única diferencia entre dejar el tabaco por primera vez y hacerlo como repetidor es que se gana experiencia. «Pero hay que volver a empezar desde el principio», recuerda. Eso sí, debe saber que el 60% de los fumadores consigue dejar de fumar definitivamente a lo largo de su vida, pero un 40% fracasa.
«Intentarlo es un aprendizaje positivo, pero fumar menos o estar unos días sin fumar no da muchos beneficios para la salud . Hay que dejarlo y, cuanto antes, mejor: si lo haces demasiado tarde hay una parte del daño que es irreversible». Recomienda no bajar nunca la guardia. Eso incluye no abusar del alcohol, para evitar la pérdida de control sobre la voluntad. Y, si asalta el deseo de fumar, resistir y dejarlo pasar. Sólo dura un minuto.