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Sociedad

«Empecé cogiendo caladas a mi marido y, al mes, compraba tabaco otra vez»

Tres personas que prefieren dar un nombre ficticio cuentan su recaída en el tabaquismo.

I. G.
Actualizado:

PAULA

44 años

«Creo que siempre estaré en peligro»

Su vida ha sido un continuo entrar y salir en el club de los fumadores, a pesar de que su consumo diario es relativamente bajo -unos 7 cigarrillos- y se considera sobre todo una fumadora social: «El otro día salí a cenar con mis amigas y me acabé un paquete. Y eso que a la una estaba en casa», lamenta Paula.

Lo dejó por primera vez hace 15 años, pero con poca convicción. «No conseguí desengancharme del todo: no fumaba cigarros, pero siempre que podía me apuntaba a una calada de porro». Por si fuera poco, engordó bastantes kilos. El resultado fue que volvió a fumar; poco, pero sin la verdadera intención de dejarlo: de hecho no se quitó del todo en sus dos embarazos.

Hace 5 años, motivada por la prohibición de fumar en su trabajo -es funcionaria- y la imposibilidad de compatibilizar el humo con los niños, resolvió desintoxicarse. Lo logró. «Estaba muy contenta, muy satisfecha de mí misma. Y esta vez ya no me acordaba del tabaco».

Hasta las pasadas navidades. Recayó «tontamente» en alguna de las muchas comidas y cenas de las fiestas y un mal día se encontró fumando también por la mañana. «A veces fumo como por obligación: como tengo muy pocas ocasiones, enciendo un cigarro solo porque puedo, pero lo apago enseguida: no me apetece -explica-. Pienso dejarlo. No me costará mucho. Pero así como la otra vez creía firmemente que nunca volvería a fumar, esta vez creo que seguiré estando en peligro, y que llegará un momento en el que me relaje y caiga».

FRANCISCO

65 años

«No volveré a pasar por quitarme»

Francisco ha fumado más de la mitad de su vida: empezó con 13 años, lo dejó a los 46 y, después de un decenio libre de humos, recayó durante otros 8 años. «Así de gilipollas es uno», afirma. Ahora lleva año y medio de abstinencia, pero lo echa de menos. «Lo dejé a base de agallas, por no decir otra cosa. Simplemente dije: no fumo más. Es una cuestión de cabeza. Creo que el enganche psicológico es más fuerte que el físico. Yo ahora mismo me fumaría cinco cigarros seguidos», reconoce. «Pero no puedo volver a fumar más, porque lo he pasado tan mal para quitarme que no quiero pasar por lo mismo -explica-. Cuando me dan ganas, aguanto ese mal ratillo y al final se me olvida».

Volvió tontamente, como suele ocurrir: empezó con los puros en un viaje a Cuba y poco a poco los fue cambiando por cigarrillos hasta volver a su consumo de siempre. «Te crees que tienes voluntad, pero no es así». Admite que cuando fumaba le costaba subir escaleras, cogía catarros más largos y frecuentes y tenía la garganta «seca como si fuera de madera». Además, en casa olía «a perros muertos». Ningún médico le dijo que corría peligro: él lo sabía.

Y en su entorno se lo recordaban. «Mi hijo mayor, que no ha fumado nunca y no entiende cómo se puede estar enganchado, me iba dejando por casa pequeñas calaveras. Y un amigo mío me iba achicharrando poco a poco. En el fondo, llevaba muchos años fumando y sabía que me tenía que quitar».

ISABEL

41 años

«Pensaba que podía controlarlo»

«Dejar de fumar fue el acto del que más orgullosa me sentía y volver a fumar, la estupidez más grande que he cometido». Así de tajante se muestra Isabel, que abandonó hace 8 años el tabaco, regresó a él hace uno y desde entonces lucha por dejarlo. Lleva un par de semanas limpia.

Pecó de exceso de confianza. «Pensaba que lo controlaba. Me sentía feliz por haberme librado de los malos olores, la dependencia, los problemas de salud... No me cabía en la cabeza la posibilidad de caer de nuevo». Pero ocurrió. «Fue en vacaciones. Empecé cogiendo caladas de los cigarrillos de mi marido, pero al cabo de un mes ya compraba mi propio tabaco otra vez».

«Me deprimí. Y encima seguía pensando como una no fumadora: que fumar es peligroso, irracional, asqueroso... No tiene nada de guay, como creen muchos fumadores. Para mí es señal de debilidad mental». La primera vez lo consiguió con parches de nicotina. Pero este tratamiento ya no le funciona. Ahora lo intenta con unas pastillas que le recetó su médico. «Esta vez espero conseguirlo -confía-. Una de las cosas que me motiva es mi hija: no fumo delante de ella, así que cada cigarro son diez minutos que le estoy robando...».