«Soy un ciudadano que trasmite su esperanza en las canciones»
Un Manolo García más ecologista que nunca comienza esta noche en Granada la gran gira de su último disco: 'Saldremos a la lluvia' El artista actuará el 5 de julio en San Fernando y el 18 en Algeciras
Actualizado:Controlando hasta el último milímetro musical, cantando y aprovechando los descansos para dar los últimos retoques a los jirones de tela que cuelgan del escenario que él mismo ha ideado. Todo, sin perder la sonrisa. Así se encontraba el jueves por la tarde Manolo García (Albacete, 1955) en el ensayo general del primer concierto de Saldremos a la lluvia, su último disco. El castellano más catalán de la historia ha escogido la ciudad de la Alhambra, donde ya lleva cuatro días ensayando una media de doce horas diarias, para dar hoy el pistoletazo de salida de la gira de su último álbum, cargado de mensajes ecologistas y esperanzadores, que le traerá en julio a la provincia -el 5 estará en San Fernando y el 18 en Algeciras-.
«Últimamente el bombardeo de malas noticias es continuo, pero yo creo que hay que tener un poco de esperanza y pensar que ni nos van a comer el tarro, ni nos vamos a derrumbar, ni vamos a vivir en un estado de miedo y de angustia», explica un Manolo García sentado tranquilamente en la sala de catering mientras descansa.
Se define como un «simple ciudadano» que trasmite su sensibilidad, su esperanza, a las canciones. Pero su condición de artista lo convierte en una especie de profeta del diálogo, un buscador de soluciones y un abanderado del medio ambiente. «Hasta los políticos se han apuntado al carro de defender la naturaleza, pero es de mentirijilla, no de verdad. En realidad hay muy poca gente que se esté apuntando al ecologismo. ¿Hasta dicen que hay coches ecológicos! Cuando yo vea un coche con placas solares diré que es ecológico, no hasta entonces. El discurso se está banalizando», apostilla el autor de No estés triste.
Éxito de ventas
En tiempos de crisis, el ex Último de la Fila tiene las entradas agotadas desde hace días y se mantiene en el número uno de ventas en España. Quizá la clave del éxito, entre otras cosas, se deba a la meticulosa y amable manera de trabajar de la que hace gala en el Palacio de Deportes, donde por primera vez se han dado cita las luces, el sonido y la escenografía que arroparán al cantante en su tour.
«El tener este pabellón varios días permite que sonemos bien desde el primer concierto, con la maquinaria engrasada. Así el público, que ha pagado una entrada, asistirá a un concierto digno, no a un ensayo», comenta el concienciado artífice de Arena en los bolsillos, su primer trabajo en solitario, realizado en 1998.
Encima del escenario, a modo de director de orquesta, un Manolo García con gafas capitanea desde un taburete a los ocho músicos que compartirán el escenario con él en los próximos meses: «Repitamos este estribillo. Las eléctricas dejáis colgado el último acorde». Luego traduce las frases al inglés para que lo entiendan, por ejemplo, Stelios Petrakis, el griego que toca la lira en esta gira y el guitarrista holandés Eric de Wit, que ya trabajó con él en Arena en los bolsillos.
«Primero vamos a hacer los tres temas que toca Olvido, aunque yo voy a cantar poco, que me estoy cascando la garganta», confiesa el artista micrófono en mano, tras haber entonado una y otra vez la frase seré lo que yo quiera ser, del tema Sin que sepas de mí, del álbum Nunca el tiempo es perdido (2001). Minutos después Toni, la road manager, aparece por uno de los laterales del pabellón y le sube una taza de algo caliente al escenario. Hay que cuidar la garganta que hace posible todo este tinglado.
«Para mí este disco es especial, es así como muy minimalista. Pero la dinámica de la gira es semejante a las anteriores», añade Toni, quien no duda en definir a su jefe como «un encanto». «Es sencillo, humano, cercano... No es nada extravagante. Es una gran persona, independientemente de que te guste o no su música», apostilla esta mujer que ya lleva seis años organizándole las giras. Entre los veteranos que deambulan por las instalaciones del recinto granadino destaca Busta, un esquivo jefe de producción que comparte formación con el cantante desde El Último de la Fila.
Vocación por la música
Igual después de tantos años, a ambos les podría apetecer dedicarse a otra cosa. Pero no. «Estoy contento de tocar. Para un músico una gira es muy golosa, aunque muy intensa. Éste es un oficio bonito, yo lo elegí voluntariamente. Al músico nadie le puede obligar a ser músico, te pueden obligar a picar piedra, pero a esto no. La música es vocacional», ex-plica el creador de Para que no se duerman mis sentidos (2004).
«El trabajo de composición, de hacer maquetas y escribir en casa está bien, es solitario y tranquilo; pero llega un momento en que te apetece salir. En mí hay una parte de extroversión, de necesidad de comunicación. Y esa viene ahora. En un concierto ves si la gente disfruta y remas con ellos en la misma dirección», explica.
La salida al mercado de Saldremos a la lluvia se retrasó unas semanas, por eso se ha pospuesto para después de noviembre la gira latinoamericana que Manolo y los suyos iban a llevar a cabo antes de recorrer la península. Así, los granadinos se convertirán hoy en los primeros testigos de este show, cuya escenografía incluye telas coloristas, proyecciones medioambientales y un toque de baile.
«El público se va a encontrar en esta gira con sonoridades y maneras de expresión diferentes. Para mí es impensable hacer un disco repetitivo. En mi vida diaria yo no repito nada, odio el tedio y la rutina», abunda el cantante, quien cogió rumbo a Grecia -en su anterior trabajo visitó Brasil- para grabar parte de este disco.
«Escogí Grecia por motivos históricos, filosóficos, de sonoridad... Trabajé con María del Mar Bonet en una ocasión y ella me introdujo en la sonoridad griega, de la que es una gran amante», rememora el padre de Rosa de Alejandría.