Crisis inexorable
Actualizado: Guardara creciente preocupación que los armadores y pescadores españoles mostraron ayer ante el ministerio responsable del Medio Marino, denunciando las dificultades que está provocando al sector la hasta ahora imparable subida del precio del combustible, cuenta con la comprensión y la simpatía del conjunto de la sociedad. Comprensión y simpatía que el sector pesquero es el más interesado en preservar en el desarrollo de las protestas previstas para las próximas semanas, con el bloqueo anunciado de puertos y mercados. El hecho de que el problema afecte a las más importantes flotas europeas -con franceses, escoceses, italianos, portugueses y españoles en huelga- es fiel reflejo de la profunda crisis en que puede verse sumido un sector tan dependiente del precio del petróleo. Sin embargo la angustiosa situación que atraviesa tanto la pesca de bajura como la de arrastre difícilmente podrá hallar su salida en medidas de exoneración de cuotas a la Seguridad Social o en la reducción de la carga impositiva que soportan. Los propios armadores y pescadores se han mostrado conscientes de que su sector precisa de una nueva reconversión. Pero ésta tampoco sería suficiente si se limitase a disminuir el número de barcos y no afrontara otros objetivos como el redimensionamiento de las empresas y la adecuación de su realidad societaria a los niveles de rentabilidad que puedan ofrecer en el futuro. En medio de la movilización general del sector, la Comisión Europea informó ayer de la sobreexplotación en que se encontraría el 88% de las reservas pesqueras de la UE. Una alerta a la que han de atender especialmente quienes se manifestaron en Madrid, puesto que el paulatino agotamiento de los caladeros más próximos y de determinadas especies, además del irreparable daño ecológico que entraña, sentenciaría la inviabilidad de la inmensa mayoría de los actuales barcos europeos. La Confederación Española de Pesca está en lo cierto al calificar el momento actual como «la peor crisis de los últimos cien años». La progresiva reducción de la aportación alimentaria de la flota pesquera de la UE en relación a otras refleja problemas de costes y eficiencia que parecen inexorables, y que abren la puerta a la importación de congelados o a las piscifactorias en un producto que el consumidor demanda a precio asequible.