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CERCANO. Gordon Brown saluda a los ciudadanos congregados frente al 10 de Downing Street. / AP
MUNDO

«Hola, soy Gordon Brown»

El primer ministro británico llama personalmente por teléfono a sus compatriotas para responder a las inquietudes que le plantean por carta

ÍÑIGO GURRUCHAGA
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Wajid Rafique se quedó con la impresión de que Gordon Brown estaba de su parte. Según explicó ayer a la BBC, estaba aún en la cama, porque había trabajado en el turno de noche, cuando recibió la llamada de Downing Street. La telefonista le explicó que el primer ministro quería hablarle sobre su carta. Rafique escribió al jefe del Gobierno mostrándole su condena por «lo que está ocurriendo a la gente de Irak». Y ahora Brown le llamaba para decirle que comprendía su enojo. Le pidió disculpas por lo que ocurría en el país árabe y le dijo que estaba «haciendo todo lo posible para lograr la retirada de las tropas».

Quizás no le dijo exactamente eso, pero sin duda recibió la llamada. Los portavoces del primer ministro confirmaron ayer a la BBC que lo hace regularmente. Que lee las cartas que le envían los ciudadanos y que, de vez en cuando, elige una y llama por teléfono al remitente para hablar de los asuntos que tratan.

Antes, Downing Street no había querido modestamente airear esta faceta del jefe de Gobierno cuando la revista que publicó la primicia, 'Prweek', dedicada a los profesionales de las relaciones públicas, llamó pidiendo confirmación. La publicación tiene una buena fuente que les ha dado exclusivas sobre la vida y obras de Brown.

Esta llaneza del 'premier' puede ser algo natural o una de las estrategias del también escocés Stephen Carter, el profesional de las relaciones públicas y directivo empresarial -en este apartado, tiene un historial de dudosa probidad- al que el primer ministro contrató en enero como su principal estratega y asesor.

Boca a boca

En 'Prweek' la llaman una campaña de «buen boca a boca». Y luego dicen que una encuesta entre profesionales del gremio revela que el 42% piensa que no hay estrategia publicitaria que levante la curva declinante del primer ministro, que, en un sondeo publicado ayer, es el más impopular de la historia.

Charlie Whelan, escocés, escribe un artículo de opinión en el mismo número del semanario. Era el publicista de Gordon Brown en 1997, cuando el Partido Laborista llegó al poder. Pero sus errores - provocó una caída de la libra con un comentario en un pub -y sus broncas con Alastair Campbell, asesor de Tony Blair, forzaron su dimisión. Whelan, quizás la fuente de 'Prweek', dice que el mayor problema del Gobierno es «la obsesión de los periodistas con el proceso político y su ceguera ante las políticas». Según el amigo del inquilino de Downing Street, a los medios sólo les gustan los cotilleos y las conspiraciones, y no prestan atención a las decisiones que afectan a millones de personas.