Malditas musas
La inspiración es esa vieja amiga con la que se mantiene una relación de amor-odio; la echas de menos y cuando llega le haces una fiesta, pero otras veces acaba dejándote tirada y te acuerdas de todos sus antepasados. Es un elemento que se necesita en muchas facetas de la vida, y en muchos más trabajos de los que parece: construir una casa dándole la forma y los elementos adecuados, dar una clase magistral sin que se te duerman los alumnos o elaborar la receta culinaria de tu vida. Todo pasa por esa condición sine quanon que aparece y desaparece casi con la misma facilidad.
Actualizado:En el caso de los que trabajamos con la palabra escrita, la falta de inspiración es casi una maldición, sobre todo si cuando llega el viernes de tu columna semanal aterrizas repleta de trabajo y con la mente demandando un descanso. Tengo que confesar que me he llevado dos días dándole vueltas al argumento de mi Calle Porvera, pero mis neuronas no me han respondido como quería.
Y no es por falta de información, ya que el abanico a elegir es del todo amplio, sino precisamente por lo contrario, porque existe una saturación total de noticias que seguro tiene que agotar al más pintado. A nivel local, por ejemplo, qué decir del triunfalismo sobreactuado del Gobierno en su primer año de legislatura, del polémico catastrazo o de las pataletas silenciosas de la oposición. En el panorama nacional, la perspectiva es aún más jugosa con la crisis económica, la imparable oleada de sucesos o incluso discusiones más vanales como las del Chiki Chiki. Sin embargo, llegados a este punto, nada me termina de parecer atractivo. Aunque me desespero, me consuelo pensando que hasta a Serrat se le fueron las musas de vacaciones.