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Nuestro futuro de plata

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e contaba el domingo pasado a un colega, y buen amigo cadista, que llevo toda la temporada asumiendo las decepciones que este año me han dado mis equipos. Incluso llegué a concienciarme de que uno de ellos perdería la máxima categoría y, para animarme no dejaba de pensar que al menos disfrutaría de un buen partido en Carranza la próxima campaña, aunque fuera con el corazón partío. Pero, por las malditas circunstancias de la vida, justo cuando se termina la liga en primera y puedo suspirar aliviada, me encuentro con el papelón de la segunda. Francamente, no estoy preparada para vivir las fuertes emociones que las tres últimas jornadas nos deparan; no estoy preparada para sufrir...no me ha dado tiempo, al igual que a la mayoría del cadismo. Si la plantilla del Cádiz se lo hubiera propuesto, no le hubiera salido tan bien esta película de suspense en la que todos estamos participando a desgana. No niego que los jugadores no quieran dejarse la piel pero, una vez que superen el disgusto en el peor de los casos, saben que tendrán ofertas y que su futuro no estará en la segunda B, mientras que el de los aficionados, por desgracia sí. Ése es el injusto reparto de esta historia en el que siempre salen ganando los mismos. Por eso aprecio aún más las palabras de César Caneda, cuya continuidad entre los amarillos terminará dentro de tres semanas. Con la sinceridad que le caracteriza, el vasco no ha tenido reparos en calificar de lamentable el hecho de que ahora haya más intensidad sólo por haber cambiado de entrenador. En cualquier caso, bienvenida sea esa motivación extra con Julián Rubio si resulta ser la clave para la salvación. Entiendo que la cercanía del descenso pueda bloquear a los futbolistas, sin embargo ellos sí deben estar preparados para superarlo y aguantarlo. Nos prometieron un futuro de oro que no es posible. Por favor, no nos quiten la plata.