Acuerdo
NUESTROS representantes políticos ya han llegado a un acuerdo, no sin polémicas, debates y confrontación de datos directos y comparados. Es uno de los signos de la contemporaneidad: lo insoslayable, lo indiscutible y lo evidente se impone tras la confrontación. Hay crisis, y va para unos años el superarla; quizá un trienio, algún mes más o menos.
Actualizado: GuardarAquí lo acordaron en un cuerpo a cuerpo en la Cámara el jefe Chaves y el aspirante Arenas, no sin antes buscarse los costados y dedicarse puyacitos desagradables. Y lo mismo está sucediendo en la integridad de la patria española. Y se ha llegado al acuerdo por la fórmula clásica, cediendo ambas partes. La oposición, aceptando que la crisis no dejará huellas dramáticas en el cuerpo ciudadano del Estado y el poder, asumiendo que la situación es más grave de lo que en principio se diagnosticó. Más de dos meses para llegar al acuerdo valorativo. No está mal.
El desajuste, o desenfoque, de lo que nos ocupa es que tan importante y trabajada coincidencia se reduce al entendimiento entre socialistas y populares. Porque los demás (grupos) no tienen la suficiente operatividad para ensanchar, influir y enriquecer este y cualquier otro debate sobre la vida española.
Es el doctor Solbes, precisamente, el personaje gubernamental que con mayor sosiego y seguridad se reafirma en restarle dimensión al receso económico. Y lo que dice el personaje es agua bendita para los bancos; otra cosa muy distinta sería si el mensajero fuera Miguel Sebastián, un señor muy docto en lo suyo y mejor persona pero que está gafado para la vida pública, pese al empeño que le pone el presidente Zapatero.
Por todo ello, calma en la política andaluza partidaria, salvo las escaramuzas locales o provinciales que son consustanciales con la política. En el PP, nada que se sepa, no se mueven ni los cuadros, mientras que en IU se han montado una tregua que nadie se atreve a romper; y en el PSOE pues ni lo uno ni lo otro. En este partido los desencuentros duran milenios pero la organización es intocable y nadie arremete contra ella. Como se dice ahora: tú, mismo.