Toros

Bolívar arruina con la espada dos grandes faenas en la tarde torista de San Isidro

Impresionante, por estampa y bravura, el encierro que presentó Palha

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La primera mitad de espectáculo y corrida tuvo alta tensión. Playero, cornialto y cornalón, el primer palha era de no caber en la muleta. Fue señal mayor de la corrida: cobrar en el caballo como ninguna. Una incógnita el toro, que esperó en banderillas una vez pero atacó las otras dos. Apretaba, pero, en cuanto Encabo lo abrió a las rayas, rompió con entrega. Corto de cuello, no llegó a humillar. Sí a repetir a muleta puesta. Bien armada la faena de Encabo, que supo entender el dónde y el cómo, el sitio y la distancia. Se pasó de tiempo. Costó pasar con la espada y las dos estocadas de Encabo resultaron compendio de defectos.

Veleto el segundo, de la línea Pinto Barreiros. Anchas mazorcas y lindo cuajo, alto de agujas, bien rematado. Al cabo, el de más calidad, mejor son y mayor nobleza. Luis Bolívar le hizo un descarado y templado quite capote a la espalda. Dos lances ceñidos y limpios, revolera de remate.

Sánchez Vara prendió un gran par al cuarteo. A los medios enseguida el torero de Guadalajara. Sin reparar en un detalle una vez más decisivo: el viento, que revolaba la muleta y descubría. El gozo en un pozo. Se dejaron ver el ritmo, la clase y el estilo del toro, que tropezó demasiado el engaño. No siempre cruzado pero sí firme y seguro Sánchez Vara, como pedía el toro..

El tono ganó grados con la suelta del tercero, hondo mozo de soberbia estampa. 600 kilos perfectamente puestos. Bolívar, en gran lidiador toda la tarde, lo colocó con ciencia. Picó con corazón Luis Miguel Leiro, pero el toro, que quiso comerse el caballo, lo desmontó y dejó desairadamente montado a horcajadas sobre la barrera. Por todo y por tanto, toro de categoría especial.

Luis Bolívar le dio trato muy generoso. La apertura, en cite de largo resuelto en los medios con un cambiado por la espalda, fue de rabiosa emoción. Cites en la distancia, tandas completas de mano baja, ligadas y abrochadas. Al toro le faltó romperse por la mano derecha. Toreo de bragueta, se decía. Sobre todo al ponerse Bolívar con la zurda, que es su mano mejor. Con clamor de los grandes, enterró la espada en los bajos. Un pinchazo. Al tercer viaje, una excelente estocada sin puntilla. Vuelta al ruedo al toro. Bolívar saludó desde el tercio.

El ambiente tomó deriva torista incondicional. O exagerada. Sobre todo, porque la segunda mitad de corrida no le llegó ni de cerca a la primera. Al cuarto le dieron de lo lindo en dos varas. Bolívar, que firmó en el quinto un precioso quite por tafalleras, volvió a ser protagonista en el otro turno. Dos largas cambiadas de rodillas en el tercio, buenos lances. Y una faena de darlo todo. Engallado, el toro le tomó a Bolívar el número y de pronto lo prendió por la izquierda y le dio, literalmente, la del pulpo. Apaleado, pero no herido, Bolívar volvió con entereza, tragó por las dos manos, templó viajes muy difíciles y con la zurda y en los de pecho se dejó ir con carísimo aire. Con público volcado, se fue la mano de la espada a los bajos en un metisaca letal.