El fotógrafo Fidel París
Actualizado:He dudado bastante, cosa poco propia de mi, que suelo elegir a voleo, a la hora de decidir como iniciar esta colaboración semanal en LA VOZ de Jerez. Al final siempre me venían a la mente las fotografías de Fidel que acompañan este artículo. Creo que le darán al lector una imagen más clara de lo que van a ser estas lineas que cualquier declaración de intenciones: un paseo semanal netamente jerezano, salvo contadas excepciones, en el que uno intentará –de la manera mas amena que su improbable talento se lo permita– que usted le acompañe. Que nos sentemos juntos en estos veladores de humo con un café de desahogo y unas cuartillas de espejos de nuestra ciudad.
Cuando yo conocí al fotógrafo Fidel París (un día memorable de bohemia, guiris y seudoflamenco), él podría haber pasado perfectamente por el ex batería de Obús o algún fraile siniestro de El nombre de la rosa. En aquel tiempo Fidel usaba –creo recordar– una Nikkon tradicional, y revelaba con liquido sus fotografías en blanco y negro en su gótico loft de entre Lancería y Francos. Fue por aquellos mismos misteriosos años en que yo derivé de manera tenebrosa en gerente de tabanco allá por la calle Muro. Una de las calles, por cierto, mas apropiadas para servir de morada temporal a uno de los muchos enemigos del Padre Brown. Si es que Chesterton hubiera vivido en jerez y conservado al mismo tiempo el sentido del humor, asunto harto improbable.
Fidel no es un hombre que tenga el sentido de la oportunidad, ni puñetera falta que le hace a un observador que nació con la humildad de saber mirar sin soberbia ni compasión la miseria y la grandeza de cuanto le rodea. En las caras desoladas de sus personajes y en los contrastes de luz de sus paisajes –son casi bodegones– palpita el alma de los que no juzgan; la ausencia de criterio, de quien ha renunciado a tenerlo. Fidel retrata con la mirada de quien forma parte del paisaje...y del paisanaje.
Hace unos años le propuse a Fidel que ilustrara un serie de artículos sobre Santiago, la calle Ancha y la Porvera que, por esas cosas de los periódicos que uno ha renunciado a comprender, no llegaron a cuajar. Estas fotos que hoy traigo de la puerta del bar Canalejas en la calle Ancha, de Casa Petra en la Porvera o el mostrador de El Cotito con su mosto y sus garbanzos, la espadaña de Santiago con sus cigüeñas de vacaciones....Estas fotografías, en fin, que Fidel sería capaz de hacer con una cámara de 2 euros de las que vende en su chiringuito del Zoológico, no son sino la certeza misericordiosa de que los fotógrafos son grandes cuando, raras veces, no son la conciencia de la calle, son la misma calle.
Resulta curioso que el último, o penúltimo, proyecto de Fidel que yo conocí fuera una colección de fotografías de tiradores de puertas antiguas de Jerez y la provincia: retratos fríos, secos y anónimos de palacios y caserones que nos son ajenos. Ya por entonces Fidel ya había descubierto la fotografía digital, lo cual gracias a Dios no lo convirtió en un artista. Solo en ese hombre que desde su mirador de El boquerón de plata, sabe que el señor en camiseta con su vaso de mosto y el tirador de palacio están hechos con los mismos materiales : barro y sueños que se fueron.