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Barak, la sartén y el mango

El ministro israelí de Defensa, Ehud Barak, pidió ayer al jefe de Gobierno, Ehud Olmert que dimita o se prepare para elecciones anticipadas y puso así al primer ministro en lo que todos los medios describen como una situación insostenible.

ENRIQUE VÁZQUEZ
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Barak, quien ya fue primer ministro y, como líder laborista y segundo en la coalición de gobierno es una pieza-clave en el conjunto, no desea, sin embargo, tales elecciones por la buena razón de que probablemente las ganaría el Likud y Bibi Netanyahu sería de nuevo jefe del Gobierno.

Así pues, como Barak tiene el poder de dinamitar la coalición, pero no tiene la sartén por el mango, su plan verdadero está en el segundo párrafo de su declaración de ayer en Jerusalén: Kadima debe buscar un recambio para Olmert y aquí no ha pasado nada. Barak, un profesional de la política, dejó decir que hacía lo que hacía «por el bien del país», persuadido de que Olmert no está en condiciones de atender al tiempo a sus asuntos personales y a la gestión del Gobierno.

Tales asuntos, es sabido, se resumen en la posibilidad de que tras nuevos interrogatorios policiales, sea imputado judicialmente por haber recibido dinero de amigos que, supuestamente, le sirvieron, como mínimo para financiar ilegalmente sus campañas. El ha dicho que si es imputado renunciará, pero que no lo hará antes de eso ni bajo presión de rumores.

Como la vida política israelí es un pañuelo donde todo el mundo se conoce y casi todo se sabe, se supone razonablemente que en el fondo de todo esto hay un arreglo de Barak con la ministra de Asuntos Exteriores, Tzipi Livni, quien hace ya muchos meses se dijo preparada para sustituir a Olmert, cuando éste estaba amenazado por el Informe Vinograd sobre su responsabilidad en la guerra de hace dos años contra el Hezbolá libanés.

Livni, que como Olmert debe su carrera al fundador de Kadima, Ariel Sharon, quien vive vegetativamente en un hospital, tiene unos deseos apenas disimulados de ser primera ministra, como Golda Meir, su ilustre antecesora. Y como, fuera del Likud, nadie quiere alterar a fondo el escenario presente, es probable que Olmert se vaya y todo funcione según el guión Barak-Livni. Otra cosa es que eso sea, como dice el primero, por el bien del país .