TIEMPOS MEJORES. Gyanendra, en un acto oficial de 2001. / AP
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Nepal abraza la república

El Parlamento aprueba el derrocamiento de Gyanendra y pone fin a 239 años de reinado de la dinastía Shah

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De monarquía divina a república maoísta. Ése es el camino que culminó Nepal ayer, cuando, tras ocho desastrosos años, fue destronado el autoritario soberano Gyanendra y se liquidaron de un plumazo los 239 años de reinado de la dinastía Shah. Por 560 votos contra los únicos cuatro del partido realista Rastriya Prajantantra, la Asamblea Constituyente acordó la proclamación de una república en el país del Himalaya. Cae así la última monarquía hinduista del mundo.

Tan radical e histórico cambio es el resultado directo de las elecciones celebradas el pasado 10 de abril, ganadas de forma abrumadora por la antigua guerrilla maoísta, y de las masivas protestas ciudadanas que tuvieron lugar hace dos años. En abril de 2006, cientos de miles de personas se echaron a las calles y secundaron una huelga general que duró tres semanas y paralizó al país. A pesar de que el Ejército intentó aplastar la revuelta y mató a una veintena de manifestantes, la movilización social doblegó al rey, que terminó cediendo el poder a la oposición. Ése fue el principio del final de Gyanendra, que había disuelto el Parlamento en 2002 y cesado al Gobierno en pleno en febrero de 2005.

Tras derrotar al autoritario monarca, Nepal ha visto el fin de la guerra civil que inició la guerrilla maoísta en 1996 y que se ha cobrado más de 13.000 muertos. Gracias al acuerdo de paz suscrito con el Gobierno provisional, la guerrilla maoísta, que controlaba la mitad del país, abandonó las armas y se convirtió en un partido político que arrasó en la comicios al hacerse con 220 de los 601 escaños de la Asamblea Constituyente, que tendrá como misión redactar una nueva Carta Magna y decidir el futuro de Nepal.

Sin privilegios

Cumpliendo el programa electoral de los maoístas, la primera decisión de esta Cámara, que ayer celebró su sesión inaugural en el Palacio de Congresos bautizado curiosamente en honor del anterior rey, Birendra, fue abolir la monarquía. «A partir de hoy, Nepal será una república y el soberano Gyanendra no tendrá otros privilegios económicos o sociales distintos a los de cualquier otro ciudadano», aseguró el ministro del Interior, Krishna Prasad Sitaula, entre los aplausos de los diputados. Como consecuencia, el rey tendrá un plazo de quince días para abandonar el céntrico palacio de Narayanhity, que será convertido en un museo.

En cuanto la radio anunció el resultado de la votación a las once y media de la noche -cuatro horas menos en España-, la euforia se desató entre las decenas de seguidores maoístas que aún seguían apostados en los alrededores del Palacio de Congresos. No es de extrañar, pues llevaban esperando ese momento desde las once de la mañana, cuando miles de miembros de la Liga de las Juventudes Comunistas tomaron las calles portando banderas rojas con la hoz y el martillo para celebrar la proclamación de la república.

Pero dicha decisión se retrasó primero por las discusiones de última hora sobre el reparto del poder y, luego, por el estallido de dos bombas en las cercanías del Palacio de Congresos Birendra. Afortunadamente, no se produjeron víctimas mortales y sólo se registraron dos heridos, al tiempo que la multitud, presa del pánico, perseguía y atrapaba al supuesto autor del atentado, un individuo llamado Pranendra Thepa y que podría pertenecer al partido prohindú Tarai Mudesh Loktranta.

«Empieza una nueva era para Nepal, que tendrá un futuro brillante», se congratuló Dhamala Bimal, un joven que brindaba por el fin de la monarquía pasada la medianoche. Aunque el tono festivo, la música y los bailes predominaron durante la multitudinaria marcha que concluyó en el Palacio de Congresos, algunos exal- tados se enfrentaron a la Policía antidisturbios.

Pero, para regocijo de sus seguidores, el Partido Comunista-Maoísta se encargará de formar nuevo Gobierno y el próximo hombre fuerte del país, ya sea como primer ministro o como presidente, será el ex guerrillero Prachanda, cuyo nombre significa 'El Feroz', un antiguo maestro de escuela.