Mario y el Rey
Mario andaba solo y olvidando sus quehaceres diarios porque en sus pensamientos rondaba una idea. Ese sábado por la mañana fue testigo de una manifestación en pro de la III República. Surcaba por el aire de su pueblo marinero un himno con una cantinela entre sabor militar y sones de pasodoble, el «Himno de Riego». Una alegría con sabor fresco, esa sensación de estar presenciando algo que es justo, libre y espontáneo, algo tan simple como el pueblo sencillo, como las gentes normales, ese tipo de personas que desde la sencillez brillan con elegancia, un sonido, unos colores y la forma de gobernar más democrática que conocemos.
Actualizado: GuardarQué difícil le resultaba a Mario comprender algunos matices del funcionamiento de un estado monárquico, el solo hecho de pasar el poder, el derecho de ser Rey por ser «hijo de». Ya sabemos que la Constitución así lo contempla. Pero de la misma forma se explicaba que él como director de departamento en su empresa, su hijo pequeño ya heredaría el cargo, aunque su hijo fuera un imbécil integral o lo que es peor, un idiota. ¿Se podrían heredar los cargos en las empresas públicas?
Aunque dándole vueltas al asunto, ya se cuidaría de que su hijo se preparase exclusivamente para ostentar dicho cargo. Pero a la vez, se preguntaba, ¿y si a mi hijo no le gustase ese trabajo? Pudiera ser más probable, que su hijo quisiera ser bombero, futbolista o torero o veterinario. Estaría diciendo de antemano que su hijo probablemente fuese un desgraciado y un infeliz.
Total, diera las vueltas que le diera al asunto, el tema de la monarquía lo veía de lo más injusto e irracional del mundo. Un pueblo que no elige a su Jefe de Estado, un rey impuesto, un futuro Rey que probablemente fuera un infeliz o un inepto, en definitiva nada de sentido común. La imposición por encima de la libre elección del pueblo, cuestionar la libertad de unos ciudadanos con unos derechos, unas obligaciones y una imposición inamovible.
Mario imaginó una balanza. A la derecha, una bandera bicolor y un himno huérfano de letra con marcado aire militar, con ese aire rancio de antaño. A la izquierda, una bandera tricolor con un sentimiento esencialmente popular, con espíritu comunero y un himno con aire liberal contrario al absolutismo, símbolo de que el pueblo elige libremente a sus jefes de estado, si herencias absurdas. Un estado republicano garante de la libertad política, esencia de la democracia, el modo más auténtico de vivir en sociedad. No le quedaban dudas, el Estado debe tener la categoría moral de un valor cívico. Entonces, ¿cómo podemos hablar actualmente de libertad e igualdad en nuestro país si desde la base estamos creando injusticias y desigualdades?
Mario llegó a su casa, con sentido común y frente al espejo, puño cerrado en la sien. Ya lo tenía claro, ¿libertad, libertad, libertad!
Ángel C. Gómez de la Torre. Puerto Real