India y República Checa, novedades entre el vino del hielo y los manjares de los marajás

Los rincones de Vinoble guardan esquinas sorprendentes. En una de ellas presenta sus caldos la República Checa, novedad en el salón con algunos vinos nobles con excepcionales críticas y un corto recorrido en el mercado. Helena Baker explica cómo durante décadas, «el vino fue cosa del Estado que lo produjo con una calidad más que mejorable». La tradición vitivinícola de su país se remonta a la época romana y se desarrolló siempre de la mano de la austriaca. Eso, hasta el paréntesis político que terminó con la apertura de los paladares. Desde 1989 bodegas privadas han restituido sus cepas y producen por ellos mismos varios tipos de caldo. «De un lado están los vinos del hielo -explica Baker- cuyas uvas bajan de los diez grados bajo cero. La cosecha se mortura inmediatamente después de la vendimia, con lo que el hielo se lleva el agua».

Los vinos de paja encuentran otra manera de obtener unos mostos concentrados. «La uva se deja secar, no al sol como el Pedro Ximénez, sino en graneros, en la oscuridad». Un buen ejemplo de esta producción que se puede catar en Vinoble es el Cabernet Sauvignon 2006 de Vinselekt-Michlovsky.

Los métodos indios son, si cabe, más exóticos pero consiguen verdaderas proezas: «conseguimos que el mango, que es muy difícil de tratar con alcohol, conserve su sabor y aroma», dice Rajiv Kanshik. Cardamomo, mango o rosas son algunos de los sabores de estas bebidas que estuvieron muchos años reservadas a los marajás de Jaipur, al margen de el extendido whisky que introdujeron los ingleses.

«Son digestivos, reconstituyentes, perfectos para la tensión y el exceso de azúcar en el cuerpo», dice kanshik, que asegura que para su elaboración utiliza los métodos medicinales del Ayurveda.