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CONTROL. Dos de los ingenieros que han dirigido la operación comentan las primeras imágenes que les llegan desde Marte. / APF
Sociedad

La 'Phoenix' llama desde Marte

La nave de la NASA, equipada con instrumentos capaces de perforar su suelo, buscará vida y agua en el polo Norte del planeta rojo durante tres meses

LUIS ALFONSO GÁMEZ
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«La Phoenix ha aterrizado: bienvenidos a la llanuras del norte de Marte». Así anunció ayer a las 1.53 horas un controlador de vuelo en Pasadena el aterrizaje de la nave robot de la NASA en el planeta rojo. Y los técnicos de la misión estallaron en aplausos y se fundieron en abrazos en el centro de control del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL). No era para menos.

Desde que las gemelas Viking se posaron suavemente en las arenas de Marte en el verano de 1976, ninguna otra nave lo había hecho. En 1999, la Mars Polar Lander se estrelló en el polo Sur debido al apagado prematuro de sus motores de frenado, y tanto la Mars Pathfinder (1997) como los todoterrenos Spirit y Opportunity (2004) vieron amortiguados sus descensos por unos grandes 'airbags' en cuyo interior aterrizaron dando botes.

El descenso controlado es más arriesgado, pero permite una mayor carga de instrumental que el uso de airbags.

«Por primera vez en 32 años, y sólo tercera en la Historia, un equipo del JPL ha conseguido un aterrizaje suave en Marte. No podría estar más contento de haber sido testigo de este increíble logro», dijo ayer el administrador general de la NASA, Michael Griffin. Después de un viaje de 679 millones de kilómetros y casi nueve meses de duración, un nuevo ingenio humano se sumaba a los cinco que exploran en estos momentos el planeta rojo: Spirit y Opportunity, a ras de suelo; y las sondas Mars Odyssey, Mars Express y Mars Reconnaissance Orbiter, desde el espacio.

Los tres orbitadores prestaron apoyo a la Phoenix durante los momentos previos a la maniobra de entrada en la atmósfera marciana. Fue ése el momento más crítico de la misión después del lanzamiento desde Cabo Cañaveral el 4 de agosto pasado. Diez minutos de tensión de los que dependían el éxito o el fracaso, pasar a la Historia como las Viking o ser un fiasco como la Mars Polar Lander. La nave, de 350 kilos, se desprendió de la fase de crucero, se giró para colocar por delante su escudo térmico y entró a 5,6 kilómetros por segundo en la atmósfera. Entonces, a siete minutos de tocar suelo, se interrumpieron las comunicaciones con la Tierra.

'Nave mitológica'

Fueron minutos de nervios en el control de la misión. En Marte, una nave caía a plomo. Por fortuna, nada falló. El paracaídas se abrió, el radar se activó, la sonda usó sus pequeños cohetes de frenado y tocó suelo. Nada más hacerlo, envió una señal a casa diciendo que estaba viva. «¿Está abajo, nena, está abajo!», gritó un controlador de vuelo cuando a las 1.53 horas llegó el saludo desde Marte. Sana y salva, la Phoenix dejó de transmitir un minuto más tarde para desplegar los paneles solares, sin cuya energía hubiera muerto en poco tiempo. Los abrió sin problemas.

Dos horas después del amartizaje, mandó a través de la Mars Odyssey las primeras fotos: de los paneles solares, de sus patas, del desolado paisaje de otro mundo... «Ver estas imágenes después del aterrizaje exitoso reafirma el meticuloso trabajo que ha hecho un gran equipo durante los últimos cinco años», señaló Barry Goldstein, jefe del proyecto Phoenix.

La nave tiene ahora por delante tres meses en los que analizará muestras de hielo y de tierra marcianos para conocer más del planeta y de la posible existencia de vida fósil e incluso actual.

Equipada con siete instrumentos, su brazo articulado de 2,35 metros penetrará en el mundo vecino a la búsqueda del agua que los orbitadores han detectado a menos de medio metro de profundidad en el polo Norte. La Phoenix tocará esa capa de hielo y tomará de ella muestras en las que buscara vida. La presencia de agua líquida es un requisito indispensable para la vida tal como la conocemos y hay pruebas de que ésta fluyó por Marte en el pasado. Los científicos no descartan, además, que en el subsuelo haya hoy ecosistemas con agua líquida y posible vida microbiana. La nave proporcionará también información clave para entender la meteorología polar marciana.

La Phoenix no se llama así por capricho. Al igual que el ave mitológica resurgía de las cenizas, nació de dos misiones fallidas. Tras los fracasos de la Mars Climate Orbiter y la Mars Polar Lander en 1999, la NASA suspendió una misión que tenía que aterrizar en el planeta en 2001.

Con algunos instrumentos de esa sonda que nunca despegó y versiones mejoradas de los de la Mars Polar Lander, los ingenieros del JPL montaron la Phoenix, que ha costado en total 290 millones de euros, menos que el presupuesto del año pasado del Fútbol Club Barcelona (315 millones de euros) y el Real Madrid (306 millones).