Momento de una de las catas en Vinoble, protagonizada por los enólogos y críticos más prestigiosos de todo el mundo. / TAMARA SÁNCHEZ
Sociedad

El buscador de tesoros líquidos

Gabriel Rivero, un cazador de los caldos más exóticos del mundo, presenta en el Alcázar de Jerez varios de sus últimos hallazgos, entre ellos una rareza producida de modo artesanal en monasterios maronitas

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Gabriel Rivero no viaja por el mundo buscando reliquias arqueologicas, tesoros es-condidos o talismanes esotéricos. Su trabajo, que también guarda un componente de aventura y de misterio, consiste en descubrir joyas y rarezas que sólo brillan dentro de una botella o al trasluz de una copa. Si el pasado año este veterano experto en la producción de vinos destapó la exótica diversidad de caldos de Líbano, en 2008 Rivero duplica su apuesta por la singularidad con un producto artesanal, minoritario, imposible de conseguir por las vías oficiales, que ni se etiqueta ni se comercializa más allá de la comarca del Jerash, en Jordania.

Buena prueba de su excepcionalidad es que -hasta poco antes de aterrizar en Jerez- el vino que consiguen los monjes maronitas aplicando técnicas ancestrales no tenía nombre. Ahora se llama Zoukerit. El propio Rivero lo bautizó así en honor del «religioso que, tras mucho hacerme de rogar, accedió a que me llevara sólo seis botellas», las que estarán a disposición de los curiosos en Vinoble «hasta que se terminen».

Blanco y dulce, el Zoukerit es una extravagancia que los católicos maronitas envejecen en damajuanas con el único propósito de consagrarlo en la liturgia de la misa. «No tienen ningún interés en venderlo -explica el experto-, porque aunque en Jordania hay una cierta cultura del vino, promovida por la minoría cristiana, los exiliados coptos de Irak y el áuge del turismo occidental, para ellos tiene algo de sagrado», una suerte de carácter espiritual incompatible con el uso del dinero. De hecho, Rivero descubrió el Zoukerit «siguiendo la pista de unas pocas hectáreas de uva blanca que se extendían a a medio centenar de kilómetros al norte de Amman», que resultó ser propiedad de esta insólita orden romana, la única dependiente de El Vaticano que permite que sus hermanos, en circunstancias muy concretas, se casen. Pero tuvo verdaderas dificultades para conseguir algo más que un trago cortés y algunas explicaciones. «No sé lo que durarán estas seis botellas, pero sé que pasará mucho tiempo antes de que otras vuelvan a salir de uno de esos monasterios», explica Rivero.

Viva México

México también se estrena en el Salón gracias a una afortunada casualidad, «casi por un accidente», según Luis Agustín, gerente de LA Cetto. «Llevamos nuestros vinos a Vinexpo en 2007, y allí nos pescaron los organizadores de Vinoble porque les pareció una forma de enriquecer la variedad de propuestas del salón». Aunque «todavía no habíamos dicho que sí ni que no, anunciaron oficialmente nuestra presencia, con lo cual nos sentimos un poco obligados y, posteriormente, maravillosamente encantados de que lo hicieran», recuerda Agustín. El motivo de las dudas de los bodegueros mexicanos no era otro que el carácter tremendamente experimental de unos caldos generosos y licorosos, no comercializados. «Ahora, los estamos poniendo de largo, presentándolos internacionalmente, con notable éxito», apunta Luis.

Las condiciones «excepcionales» de la Baja California permiten la producción de vinos «de casi todas las clases posibles». Moscatel natural, con azúcar residual elevado; passitos de compleja elaboración, añejados durante un mínimo de ocho años y «hasta un tipo de oporto, que no podemos denominar así por cuestiones legales relacionadas con la denominación de origen». La vocación de los vinos mexicanos es «consolidarse en el mercado nacional», que está creciendo a un ritmo increíble del 10% anual desde 2003, gracias a que la cerveza y el tequila están perdiendo peso, y «abordar el mercado internacional con la garantía de que nuestras particularidadades nos hacen únicos».

dperez@lavozdigital.es