Pobreza sin ley de igualdad
Las mujeres, que sufren más que los hombres los efectos de la crisis, son las que acuden a los centros sociales a pedir ayuda para sus familias
Actualizado:Lo primero que hace un ex marido cuando no llega a fin de mes es no pagarle la pensión a su ex esposa. Sin embargo, lo primero que tiene que hacer una madre todos los meses es alimentar a sus hijos y compararles la ropa y lo que necesiten para el colegio. Esta paradoja es el pan de cada día de las organizaciones que trabajan con personas necesitadas, que confirman que en el momento que la situación económica empieza a torcerse, las mujeres sufren más que los varones. «Por mucha ley de igualdad que haya, la situación no se pone igual de negra para hombres y para mujeres», sentencia el secretario general de Cáritas Diocesana de Cádiz, Jesús Quílez.
Sin embargo, a pesar de ser las que peor lo pasan, las mujeres son las que siempre, según indican en Cáritas, afrontan el difícil momento de tener que explicar su situación y pedir para los suyos. «El 99% de las que vienen a pedir son mujeres, los hombres parece que no se atreven a dar la cara», indican en Cáritas de Cádiz. «En los últimos tiempos no es extraño que familias que estaban muy integradas en la sociedad, que incluso tenían un buen nombre, acaben necesitando de asistencia; en esos casos, los hombres son mucho más orgullosos y se niegan a reconocer que necesitan ayuda», detalla Quílez. Una de las explicaciones que ofrecen en esta asociación de ayuda vinculada a la Iglesia Católica es que las mujeres «no entienden de orgullos cuando se trata de alimentar a su familia». «La mayor parte de los hombres que acude a alguno de los centros que tenemos en las parroquias de la provincia viene para pedir para ellos y no para sus familias; por lo general, suelen ser hombres mayores que viven solos y a los que no les llega la pensión a fin de mes».
Sin embargo, la situación está cambiando. En las familias más jóvenes, sin embargo, empieza a percibirse un cambio en esta tendencia y en la mayoría de los casos ya acuden a los centros de asistencia hombres y mujeres juntos. Sin embargo, sigue siendo algo residual.
Mención aparte merece el asunto de los malos tratos. Cuando la situación en la familia se vuelve más tensa por la pérdida de un empleo, suelen aflorar las agresiones hacia la mujer. «Aquí se les ofrece asistencia, se les acompaña al hospital y a poner una denuncia, además de ayudarle económicamente si necesitan algún tipo de ayuda», apunta María del Carmen, una de las trabajadoras de Cáritas en Cádiz.
A todo esto se une la mayor precariedad laboral femenina. «Cuando un empresario tiene que elegir entre echar a un hombre y a una mujer siempre deja en la calle a la mujer; es triste pero es así», indicaba Quílez, secretario de una entidad en la que las mujeres son mayoría. En sus datos del cierre de 2007, del personal voluntario, hay 695 mujeres y 218 hombres; del remunerado, 16 tienen género femenino y siete masculino.