La belleza de la claridad
La solemnidad del Corpus Christi viene con un gran recordatorio: el día de la caridad, en el que Cáritas presenta la memoria de actividades, da cuenta de los recursos económicos y hace una llamada a la comunidad cristiana y a la sociedad de cómo «ganar ese partido» de luchar contra la pobreza y a favor de la justicia. De ahí, que para vencer ese combate es necesario la ayuda económica, el tiempo del voluntariado, la oración constante por los más pobres y saber descubrir que el secreto de Cáritas está en la belleza que encierra todo acto de amor hacia el hermano.
Actualizado:El criterio esencial de una organización caritativa católica no es otro que expandir el amor de Dios en el mundo. Los trabajadores y voluntarios de Cáritas no se inspiran en los esquemas que pretenden mejorar el mundo siguiendo una ideología, sino dejándose llevar por la belleza de la fe cristiana que actúa por el amor, porque lo único que nos debe apremiar es: «el amor de Cristo» (Benedicto XVI, Deus caritas est, nº 33).
Lo hermoso, lo bello que hay detrás de cada Cáritas no es tanto el volumen de lo mucho que se hace, sino la calidad de cómo se hace. Qué lección de generosidad y de amor nos dan esas personas mayores que sacan de lo poco que tienen para echar unos euros en la colecta dominical en favor de los más pobres. Que grandeza la de esos hombres y mujeres que dedican horas y horas a escuchar, aconsejar, promocionar y ayudar a tantos indigentes como llaman a las puertas de nuestras parroquias e instituciones. En esos infinitos ejemplos, atestiguan que «el amor suple toda carencia» y muestra el rostro samaritano de la Iglesia (Ecclesia de caritate) donde resplandece la belleza de Cristo y los desheredados de la tierra ponen su mirada.
El amor al pobre nace del amor a Dios, fuente y origen de todo compromiso por la justicia. Desde Él, todo ser humano aunque vivan en la mayor indigencia posee una hermosura interior. Así, quienes aman con el amor de Cristo, trascienden la fealdad de las carencias y descubren una belleza que hiere el alma, abre los ojos y nunca se olvida, porque da un conocimiento más real y profundo que el de la deducción racional de los múltiples estudios sociológicos. Para captar realmente esa bondad última que atrapa y marca el espíritu humano, es necesaria la purificación del corazón, hay que liberarse de la impresión de los sentidos y de la repulsa que produce la fiereza de lo indigente. Esta percepción íntima de la pobreza nos hace descubrir la verdad interna de cada ser humano, la capacidad de indulgencia a pesar de tantas injusticias, la ternura en medio de la aspereza, la compasión en el tramado de la violencia y hasta de perdón y olvido cuando han sido tan machacados por las malas circunstancias y por sus torpes respuestas.
Proponer a los hombres hoy la belleza de la caridad es ayudarles a superar pragmatismo que seca el alma, a que no codifique al pobre como una cosa más, a que prevalezca y aumenten las acciones caritativas por encima de los grandes discursos sobre la pobreza. Significa dar razones de vida y esperanza a quienes están privados de ella o corren el riesgo de perderla. Cáritas no está solo para la ayuda asistencial y promocional de los más pobres, eso también lo hace otras organizaciones no cristiana, sino sobre todo está para llenar de sentido último la vida de los más indigentes que sólo Dios puede colmarla, porque únicamente Él es el verdadero defensor de todo desvalido, ya que según la palabra del Señor: «cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40).