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CLARO. Alfredo Sáenz. / EFE
ALFREDO SÁENZ PRESIDENTE DEL CONSEJO DE ADMINISTRACIÓN DE LA DEUSTO BUSINESS SCHOOL

«Buscamos jóvenes de 27 a 30 años con experiencia ejecutiva»

El vicepresidente segundo del Grupo Santander apuesta por la unión de las tres Escuelas de Negocios de los jesuitas para que no se queden «raquíticas»

ISABEL URRUTIA
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Llegar a lo más alto cuesta mucho esfuerzo. Y también dinero cuando se trata de ofrecer la mejor educación. «Harvard dispone de 30 billones de dólares y la universidad de Riad acaba de recibir una donación de 10 billones por parte del rey de Arabia Saudí», deja caer Alfredo Sáenz, vicepresidente segundo y consejero delegado del Grupo Santander.

Él no es un académico ni un político; lleva 40 años trabajando en el mundo de la banca y habla sin rodeos. Por eso afronta con mano firme la presidencia del consejo de administración de la Deusto Business School (DBS). «Todas las grandes universidades tienen unos 'endowments' ('dotaciones') importantísimos. Un centro como la DBS no se podría hacer si no tuviera 'sponsors', mecenazgos, patronazgo y cátedras financiadas por empresas». Eso ya lo han conseguido, están en la línea de salida y ahora les toca remontar el vuelo.

-Vuelve a sus orígenes.

-En cierto modo, sí. Yo estudié aquí y también he sido profesor. Ésa fue una de las razones por las que acepté la presidencia del consejo de administración. A pesar del agobio del tiempo y de los viajes...

-¿Tiene experiencia en esta clase de actividades?

-Sí, he tenido alguna vinculación con temas de este tipo, de 'executive education' ('educación ejecutiva'). En los años 90, estuve cuatro años en el consejo asesor de la London Business School. Y en los cuatro años siguientes, fui presidente del consejo asesor de ámbito europeo. Con lo cual, entre pitos y flautas me tiré ocho años. Y la verdad que fue muy interesante; nuestra función era la de transmitir las necesidades de la grandes empresas desde el punto de vista de educación ejecutiva al cuerpo académico de la universidad.

-¿Qué fue lo primero que le pasó por la cabeza cuando el rector, Jaime Oráa, le habló de este proyecto?

-¿Que ya era hora! Deberían haber lanzado esta idea hace 20, 25 ó 30 años... Pero, bueno, me imagino que por diferentes causas, relacionadas con la evolución de la universidad y con la propia Compañía de Jesús, no ha podido salir adelante antes.

-Los jesuitas ya tienen otras dos Escuelas de Negocios, en Madrid y Barcelona: ICADE y ESADE.

-Por eso le dije al rector que deberían unirse. Y, ojo, esto es una primicia... Que todavía estamos en ello. Pero está claro que si no se unen, estos centros se quedarán raquíticos, ninguno de ellos llegará a ser por sí mismo un 'top-class' en diez años. A no ser que se pretenda que la DBS atienda sólo a las empresas del norte.

-Y no es el caso.

-No, no. Eso no tendría calidad, ni capacidad de competencia, ni reputación, ni conseguiría nada. Sería una más, algo que no me motiva nada. Yo no me implico en una iniciativa de ese tipo. Hay que aunar esfuerzos. Esas tres escuelas (DBS, ICADE y ESADE) deben compartir profesores, edificios, programas, márketing, acuerdos de colaboración con universidades extranjeras... Y al final, obviamente, la sede de más peso estará en Madrid.

-De entrada, ¿cuáles van a ser las cualidades diferenciales de la DBS?

-Habrá que ir buscándolas. En principio, apostamos por la innovación. Es un espacio que no está demasiado ocupado, no vamos a pisar el terreno de nadie y nos permitirá colaborar con entidades como el Instituto Vasco de Tecnología. Uno de los másteres que se va a lanzar el año que viene es, precisamente, el de innovación en combinación con un centro tecnológico de Finlandia. No obstante, ya veremos si esto es sostenible y tiene gancho. Mucho más importante es otra cuestión.

-Usted dirá.

-Se trata del tema financiero. No olvidemos que esta universidad ha sido pionera de dos bancos. Eso significa mucho. Sobre esas dos realidades yo creo que podemos apalancar algún tipo de particularidad en Deusto. Algo que le dé un rasgo que no tienen las demás.

-¿Cuál es el retrato-robot del alumno ideal que buscan?

-Una persona de 27 a 30 años, con tres o cuatro de experiencia ejecutiva. No alguien que haya estado dando clases, ni tampoco de la Administración pública; queremos gente que haya pasado por el sector industrial, comercial... También se exigirá una formación básica bastante completa (capacidad para asimilar modelos matemáticos y estadísticos, conocimientos jurídicos y formación general suficiente) y, claro, los idiomas. Se pedirá un dominio del inglés a nivel avanzado y de una tercera lengua, a nivel intermedio, que será el francés, italiano, alemán...

-¿Hay alguna escuela de negocios que les sirva de modelo?

-Tenemos siete de referencia: INSEAD en Francia, Bocconi en Italia, la London Business School de Reino Unido, Tilburg en Holanda y la suiza IMD; y en España, el IESE y el Instituto de Empresa. Son nuestras 'liebres' aunque no aspiremos a ser un clon de ninguna. Eso sí, queremos estar dentro de ese grupo. Y si no lo conseguimos, lo habremos hecho mal; habrá que cambiar la gestión, la dirección o los programas. O meter más dinero y contratar a mejores profesores. Esto es una carrera larga... Dentro de 15 años, debemos ser un centro 'top-class'. Ésa es la meta.