LA ENTREVISTA

« Boris Izaguirre Detestaría ser una persona seria»

-¿Se arrepiente, ahora que aspira a ser un escritor formal, de tanto numerito arrebatado ante las cámaras?

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

-De lo único de lo que me arrepiento es de no haber sido bailarín.

-Pero está inmerso en un proceso premeditado para reivindicarse como una persona seria...

-¿No, qué horror! Detestaría ser una persona seria... Las personas serias suelen tener un poso de amargura que no me va. Sobre todo si se obligan a parecerlo. Es frustrante, y muy cansado. Lo que sí soy es cada vez más incrédulo y escéptico con respecto a todo. Y eso no me gusta. Tengo que combatirlo. No se puede vivir sin ingenuidad.

-¿Hasta dónde llega el personaje?

-Bueno, hay que mantener el misterio. Yo no diría que hay un personaje, o al menos un solo personaje. Soy muchos Boris, creo. Pero eso nos pasa a todos, ¿eh? Todos componemos personajes para movernos por la vida, con y sin cámaras. Es inevitable.

-Lleva un tiempo dejando caer que puede dejar la tele...

-No, no. Ahora quiero dedicarme, sobre todo, a escribir. Pero no diré que es algo definitivo. Ya veremos...

-¿Exageró su amaneramiento, como una forma de llamar la atención?

-La pluma está ahí y punto. Muchas veces no se puede controlar. O no se quiere. Tampoco hay por qué...

-Sin embargo, en el mundo gay le acusaron reiteradamente de eso.

-Es que el mundo gay es el mundo gay. No hay términos medios. Algunos te adoran y otros no te soportan. Si no hubiera sido por eso, hubiera sido por otra cosa.

-¿Qué momento de su vida se pareció a uno de los culebrones que escribía?

-¿Gracias a Dios, ninguno! Nunca me han dejado embarazado, nunca he deseado la muerte de nadie, nunca me he visto envuelto en negras tramas sentimentales de 190 episodios.

-¿Qué puso de usted en las protagonistas de Rubí y La dama de rosa?

-La pasión, cierta inocencia, una pizca de dulzura. Pero el personaje del que más he aprendido es de la protagonista de Villadiamante. Me ha enseñado que dejarse llevar, de vez en cuando, es la mejor decisión.

-También que llora mucho.

-Soy un llorón irremediable. Pero creo que es una secuela de mis operaciones de miopía. La última vez que lloré, por cierto, fue leyendo la novela de un gaditano: Ganas de hablar, de Eduardo Mendiccutti. Pero soy muy volátil. También me puse tierno con 27 vestidos, una comedia supertonta, absurda. Fui a verla por el chico... Hacía años que no me gustaba tanto un hombre. Salvo mi marido, claro.

-Se vino a España buscando una sociedad más abierta y cosmopolita. ¿Se desengañó?

-No. Caracas era asfixiante. Lo que sí me decepcionó es que ¿todo se cocina con aceite! ¿Mas verduras, por favor, y menos fritos!

dperez@lavozdigital.es