El 80% de las empresas familiares de Cádiz aún no ha decidido su proceso de sucesión
Sólo las grandes compañías tienen pensado quién llevará el negocio en la siguiente generación Siete de cada diez pymes gaditanas priman la profesionalidad en el directivo sobre lo sentimental
Actualizado:La familia es lo más importante. No hay que ser un capo de la Mafia -aunque el cine haya relacionado esta frase tanto con ellos- para apreciar los vínculos de sangre por encima de otras consideraciones, incluso en los negocios. Sobre todo en los negocios, añadirían más de uno de los grandes empresarios gaditanos que han dejado o tienen pensado dejar en sus hijos la empresa que heredó o que fundó él mismo hace unas cuantas décadas. Por lo general, cuanto más grande es una empresa, más perfilado tiene el futuro.
El problema es que en Cádiz no abundan las compañías multimillonarias, sino exactamente lo contrario: las pequeñas y medianas (más conocidas como pymes). Entre ellas, y como consecuencia directa de la complejidad de su día a día, la continuación de la estirpe al frente de las facturas no parece una cuestión prioritaria y un 80% aún no ha empezado a plantearse la sucesión.
Los datos pertenecen a una encuesta realizada por la Cámara de Comercio de Cádiz entre empresas familiares de la Bahía de tamaño reducido. Las conclusiones, después de participar en un taller específico donde se le explicaban los pormenores legales y administrativos de las herencias, es que la conciencia cala en la teoría y no tanto en la práctica.
Para encontrar casos reales en el empresariado gaditano hay que subir un escalón e irse a las empresas que generan marca. La provincia es especialmente productiva en el sector de la hostelería y se podría hacer un menú completo con las firmas ilustres: las tapas de El Faro (en Cádiz y en El Puerto), el marisco de Romerijo (El Puerto) y los helados de La Ibense Bornay (Sanlúcar). La mesa y las sillas las podría poner Polanco (Chiclana) y para el vino hay donde elegir entre las decenas de bodegas que permanecen en las manos de las familias que las erigieron.
Sin embargo, ninguna de estas empresas tiene la etiqueta de pequeña. La demostración más palpable de la escasa programación en las pymes es que ocho de cada diez empresarios tampoco «han planificado la elección de los sucesores para dirigir la empresa. Este aspecto es de vital importancia, puesto que, aunque sí existe una evidencia clara de quiénes van a suceder patrimonialmente la empresa, no así de aquellos que deben asumir el liderazgo y su gestión», señala la institución cameral gaditana.
En cambio, si el sondeo da una sensación de poca preocupación, otra respuesta mayoritaria refleja que la familia es importante... aunque no siempre. De hecho, el 85% de los encuestados contestó que las decisiones se siguen tomando por razones estrictamente profesionales y que no prima lo sentimental.
Es más, el 70% está dispuesto a que no haya problemas de celos o de hijos pródigos, con lo que estarían dispuestos a acudir a «la figura de la mediación (proceso por el que un tercero, experto y neutral, asiste a dos personas en la búsqueda de soluciones a su conflicto), como el medio mas eficaz para la resolución de problemas en su empresa», resume la Cámara.
Dos de los empresarios familiares más insignes de la provincia, Gonzalo Córdoba (El Faro) y Juan Polanco, han conseguido que sus hijos ocupen puestos de importancia. Eso sí, ambos fundadores se han ocupado de que sus vástagos se preparen a fondo antes de que alcancen algún poder.
En general, y de regreso una última vez a las respuestas de las pymes gaditanas, sus opiniones concuerdan con los resultados obtenidos por el Consejo Superior de Cámaras en sus distintas experiencias en el resto de España.
Y en este ámbito, la gran mayoría de las empresas familiares consultadas (43,8%) se encuentran en su fase fundacional, es decir en su primera generación. Le siguen, muy de cerca, las de segunda generación (39,6%) y sólo el 11,8% afirma estar ya en la tercera generación. Pocos casos hay en España de legados centenarios. Uno de ellos podría ser el de María del Carmen Bornay, representante de la cuarta generación de la fabricante de helados que exportó a la desembocadura del Guadalquivir la artesanía valenciana.
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