Opinion

Montaña letal

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a trágica muerte de Iñaki Ochoa de Olza en el Annapurna representa con la mayor crudeza la vulnerabilidad que acecha al hombre en su convivencia con las condiciones extremas de la montaña. El alpinista navarro no ha fallecido en un accidente en su pugna por hollar la cumbre menos conquistada del Himalaya, sino víctima de una repentina lesión cerebral que ha convertido en heroica la agonía sufrida durante cinco interminables días a 7.400 metros de altura. Es posible que el atípico espíritu de quienes arriesgan su vida en las cimas más exigentes del planeta ayudara a Ochoa de Olza a resistir aun cuando su esfuerzo acabara siendo lamentablemente baldío. Como resulta singular que la familia, en un gesto que librará del peligro a los equipos de rescate, haya optado por dejar su cuerpo en el Annapurna, en un homenaje a la vocación del fallecido pero también a la dureza de la montaña en la que encontró la muerte.