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AL AIRE LIBRE

Los juzgados

ENRIQUE V. DE MORA QUIRÓS
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uando yo comencé a ir por los Juzgados de la Avenida Tomás García Figueras, allá por los principios de octubre de 1989, el edificio que albergaba y sigue albergando a algunos de los órganos judiciales de Jerez era ya un inmueble incómodo, oscuro, viejo, descuidado y con pocas condiciones para realizar un trabajo adecuado, pese a que databa de principios de los ochenta. Era la época en la que los Juzgados de lo Social se hallaban aun instalados en la Calle Vicario, en un vetusto y mal ubicado edificio que fue la sede de las antiguas Magistraturas de Trabajo. Si ya entonces existía la muy justificada y generalizada queja en torno a las condiciones de trabajo de la justicia, se pueden imaginar cómo están ahora las sedes de los órganos de Primera Instancia e Instrucción, para darse una idea cabal del alcance exacto de las palabras de nuestro Decano, Don Ignacio Vergara, de que cualquier día puede ocurrir una desgracia. Yo creo que el que no haya ocurrido ya es solo atribuible a la Divina Providencia y a nuestra Patrona, que no en balde es la Virgen de Consolación, nombre muy apropiado para los diarios berrenchines de todo tipo que los abogados hemos de sufrir, y no sólo precisamente por el continente que alberga parte de nuestra trabajo, sino también por algunos de sus contenidos. Siempre le digo a mis alumnos de Sociología Jurídica que la primera clase de esta asignatura debiera comenzar en el aparcamiento de los Juzgados del Polígono, frente a las dos sedes de los dos Ministerios, es decir, Justicia y Economía y Hacienda, para ver el Ministerio que nada en la abundancia y el que no tiene un euro. De un lado, la sede de Hacienda, imponente, blanca, marmórea, con medidas de seguridad, amplios espacios, plantas por doquier Y de otro, los Juzgados, en un edificio feo, mal construido, chato, pequeño y pobre. Incluso lo políticamente correcto puede apreciarse en él, pues en su interior, por ejemplo, las instalaciones del Juzgado de Violencia sobre la Mujer son nuevas, recientes, huelen aun a materiales frescos, mientras que algunos Juzgados de Primera Instancia tienen boquetes en el techo. O sea, que el calentón de unos novios que se salde con cuatro empujones y tres guantazos recíprocos con denuncia de ella incluida, está mejor atendido que la Instrucción de un homicidio sobre un varón. Pero como esto ya es doctrina Constitucional debemos permanecer en acatador silencio.