Cesión a prueba
El anuncio por parte del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, de que la Junta birmana permitirá la entrada a todos los cooperantes internacionales para que asistan a las víctimas del ciclón Nargis abre una puerta a la esperanza para los 2,5 millones de damnificados, aunque las incógnitas que rodean la decisión de los militares obligan a evaluar su compromiso con prevención. La cruel dilación en la distribución de la ayuda protagonizada por el régimen y el intolerable desprecio con que su líder, el general Than Shwe, venía respondiendo a las apelaciones de Ban hasta el encuentro celebrado ayer siembran comprensibles dudas sobre el modo en que se permitirá el acceso a los miembros de las organizaciones humanitarias. De ahí que Naciones Unidas y los estados más comprometidos con la solidaridad hacia Myanmar deban mantener una actitud vigilante hacia las intenciones de una Junta cuya oprobiosa insensibilidad hacia la suerte de su población está provocando, tres semanas después del devastador paso del ciclón, consecuencias en muchos casos irreversibles.
Actualizado: GuardarEn todo este tiempo, los militares no sólo han tratado de blindarse ante la necesaria injerencia internacional para socorrer a las víctimas, sino que han proseguido inexorablemente con su calendario político a fin de apuntalar su poder beneficiándose de la situación de emergencia nacional. La celebración hoy del referéndum continuista que se aplazó en Rangún y las zonas arrasadas por el 'Nargis' confirma la inquebrantable voluntad de la Junta de arrinconar aún más a la disidencia, a la que no ha dejado de perseguir pese a la envergadura del drama que soporta la ciudadanía. La promesa arrancada por Ban Ki-moon puede constituir un valioso logro de la diplomacia cuando ésta intenta procurar remedios inmediatos para tragedias como la desatada en Myanmar. Pero eso supone un consuelo insuficiente ante la demostrada impotencia de la ONU y de las potencias occidentales para hacer valer con presteza los principios de atención humanitaria, sin tener que plegarse a las altaneras condiciones de la Junta. Una constatación que debería llevar a las instituciones y los estados concernidos a comprometer al régimen birmano con actuaciones concretas en el marco de la conferencia internacional convocada mañana en Rangún, asegurando con su intervención activa y coordinada tanto la adecuada gestión de la solidaridad como la reconstrucción posterior del país.