Brown, el economista jefe
Un exultante Edward Timpson dijo que su éxito en la elección parcial de Crece y Nantwich del jueves era un fuerte mensaje a Gordon Brown que el primer ministro no debería dejar de oír. Y la verdad es que la derrota laborista en el distrito no deja lugar a dudas: 20.500 votos para los conservadores y sólo 12.500, en números redondos, para el Labour. No ha habido sorpresa porque tras lo sucedido en las municipales del mes pasado los laboristas están en caída libre y hoy perderían clamorosamente unas generales anticipadas. Malos tiempos para Brown, a quien, definitivamente, su antiguo amigo y socio Tony Blair tardó algo más de la cuenta, varios años según sus amigos, en dar el relevo pactado tanto tiempo atrás.
Actualizado: GuardarBrown, a quien se dice irritado por un escenario tan hostil y, en un registro más anecdótico, por las revelaciones de la esposa de Blair en sus memorias, repite impávido que cuanto sucede es que los británicos están muy preocupados por la situación económica, por el alza de los precios, por sus facturas del gas y los carburantes. El primer ministro, que alcanzó una gran reputación como intocable ministro de Hacienda durante los tres gobiernos de Blair, sigue ejerciendo como el economista-jefe y no se sale de su guión: pilotar la economía británica en estos días de turbulencia y cuando todos los países del mundo se enfrentan a graves problemas. La economía británica, en efecto, da señales de fuerte atonía y ha crecido un minúsculo 0,4% en los dos últimos cuatrimestres.
Los conservadores saben de sobra que Brown dice una pura y comprobable verdad y, por tanto, que si hubiera elecciones anticipadas y su líder, el crecido David Cameron, fuera primer ministro no haría nada sustancialmente distinto de lo que el gobierno Brown hace, empezando por mantener el rigor de las finanzas y el equilibrio presupuestario. Pero también es verdad que la personalidad del primer ministro no ayuda: sobrio hasta parecer sombrío, hombre de gabinete más que de calle y con el estigma de ser primer ministro sin haber ganado las elecciones, este sucesor del mago Blair durará como un activo del neo-laborismo tanto como dure la crisis económica.