Vivir sobre una bomba de relojería
Los vecinos de la urbanización Covidheur, en Guadalcacín, soportan desde hace años olores y atascos en sus casas provocados por la acumulación de residuos, gases tóxicos y aguas fecales en sus sótanos
Actualizado:Piensen en un hedor constante que se cuela por la ventana de sus casas y que no les deja dormir, respirar bien o que les provoca una sensación continúa de suciedad. Esa impresión multiplíquenla por diez y súmenle el hecho de que los oleros comienzan a emanar de los enchufes, de las pocetas del patio e incluso de su propia bañera, sin contar con que los atascos en las tuberías se comienzan a suceder sin que puedan hacer nada por evitarlo. Ahora céntrense en la cocina. Sus enchufes dan chispazos, si enciende varios electrodomésticos a la vez saltan los fusibles y el fregadero huele mal a pesar de la gran cantidad de productos que le echan a diario.
Tras esto entenderán mejor lo que están padeciendo las 220 familias que viven desde hace 10 años -en el caso de la primera fase- en la urbanización Covidheur, en la zona más nueva de la pedanía de Guadalcacín. Y es que cuando se construyeron los inmuebles «se cometieron una serie de fallos» que con el paso del tiempo han comenzado a pasar factura a sus inquilinos.
Bajo cada una de las casas existe una cámara -muy similar a los pozos ciegos- donde, además de haberse encontrado botellas de cervezas, ladrillos e incluso ropa, van a parar los bajantes. En un principio, esto no debería ser un problema pero la conexión de las tuberías por donde van las aguas fecales no están bien hechas, por lo que todo ha ido a parar a la cámara existente bajo cada una de las viviendas generando una enorme bolsa de agua no exenta de gases tóxicos que comienzan a hacer acto de presencia a través del hedor en cada uno de los rincones de estos inmuebles.
«Vivimos sobre una bomba de relojería, cerrada a cal y canto en muchos casos, que cualquier día nos va a causar un auténtico disgusto», señala una de las vecinas de la calle Higuera. En el número cuatro de esa misma corredera vive Fali y su marido José Antonio Valdiviés con sus dos hijos. Ellos son los que han decidido dar la voz de alarma e iniciar las acciones legales necesarias para que la constructora que en su día hizo las obras solvente el problema cuanto antes.
Saben que el proceso no será fácil y por ello han decidido unir fuerzas con sus vecinos. «Hemos empezado a recoger firmas para mostrar la indignación de todos nosotros por la situación que estamos atravesando y tenemos prevista una asamblea con algún experto en la materia que nos informe de los riesgos reales de vivir sobre cámaras totalmente selladas y que están llenas de gases», explica José Antonio.
Muchos vecinos han llevado a cabo aperturas en las cámaras para hacer que los gases salgan al exterior e incluso ha habido técnicos que han inspeccionado los sótanos no sin incidentes. «Un muchacho bajó a una de las cámaras para comprobar cuál era el estado de ésta y tuvo que ser trasladado al Hospital junto a la propietaria de la casa por inhalación de gases tóxicos», explica otra de las vecinas con notable preocupación.
Como los insufribles olores provienen del interior de lo inmuebles, los habitantes de estas unifamiliares mantienen abierta el mayor tiempo posible sus puertas y ventanas «para que se airee todo», especialmente en verano, época del año en la que el calor intensifica el hedor y «los insectos» en toda la zona.
«Los primeros problemas comenzaron a detectarse a los tres años de que nos dieran las primeras casas. Después, de forma progresiva han ido aumentando el número de casos y es muy raro el vecino que no está sufriendo esto. Lo que parece claro es que aquellos que aún no han notado los olores, lo hará en los próximos años», asevera José Antonio.
Ni la Junta de Andalucía (buena parte de estas casas son VPO de la Administración andaluza) ni la constructora han respondido de momento a las llamadas de los vecinos alertando de todo lo que ocurre, algo que aseguran no entender.
No obstante, lo más alarmante de esta situación es que «ya comenzamos a notar dolores de cabeza e irritaciones de garganta», a pesar de que «una inspectora de Sanidad del Ayuntamiento vino hace meses a las casas y dijo que no detectaba olores ni nada», como aseveran sorprendido estos jerezanos.
braguilar@lavozdigital.es