El domingo, jugamos todos

oy de las que prefiero mantenerme al margen durante buena parte de la temporada. Callar, observar, tomar nota... algunos me dicen que este sistema es de listillos, ya que tenemos la poca vergüenza de hablar después de que haya pasado la tempestad y, claro, de esta manera es más fácil. No les falta razón a los que así opinan, puesto que a toro pasado, el análisis es casi siempre más acertado. Sin embargo, siempre me he preguntado que para qué voy a hablar antes si en mis manos no está la solución. Primero porque creo que los periodistas no estamos para hacer la alineaciones, al menos a mí no me pagan para ello, y segundo, porque cadaz vez creo más en el etorno. Sí, sí, en ese famoso entorno al que nuestro querido Van Gaal siempre hacía referencia. Existe en todos los clubes y a todos afecta. Esta es la razón de mi silencio. Cuando el equipo se encuentra en estos momentos a tres puntos del descenso (sólo el hecho de escribirlo me produce vértigo), tanto la cabeza como el corazón me dictan que debo apoyar, que debo tener fe y que debo esperar pacientemente, aunque por dentro me estén devorando los nervios. Algunos también pueden pensar que de listillos es dar palos ahora que las cosas no marchan como se esperaba en un principio, o mejor dicho, como se prometió en un principio. En cualquier caso, a la afición nada se le puede reprochar. Unos colores que han animado incluso cuando se descendió y que siguen domingo a domingo cantándole a una plantilla que a veces no se lo merece. Que nadie me malinterprete que me consta que hay jugadores que sienten el escudo más que el mejor de los cadistas. Pero ésto es un juego colectivo y como tal, hay que aprender a convivir. Mañana ante el Nàstic hay más que tres puntos en juego y sólo pido desde aquí la unión de todos para sacar el submarino amarillo adelante. Luego ya habrá tiempo para reprimendas.