Los secretos de la almadraba
Los pescadores de atún de la provincia han logrado mejorar las marcas conseguidas durante el mismo período de 2007 con casi mil toneladas de capturas
Actualizado: GuardarLa complicada situación que atraviesa el sector pesquero en España no ha podido con la ilusión de los trabajadores de las cuatro almadrabas que conviven en la costa gaditana, ubicadas en los puertos de Conil, Barbate, Zahara de los Atunes y Tarifa. Como es habitual, este grupo de esforzados pescadores siguen dedicando seis meses al año a la dura tarea de la pesca del atún, que garantiza la presencia de dicho pescado en los mejores restaurantes y en las casas más afortunadas. Los almadraberos ya dejaron atrás largos meses de preparativos para calar las artes en las aguas gaditanas y desde hace varias semanas afrontan la etapa más espectacular y laboriosa de la campaña anual: la tradicional levantada del atún.
Tras un comienzo de temporada incierto marcado por las inclemencias meteorológicas, el clima ha optado por favorecer la labor de las numerosas familias gaditanas que viven de forma directa de la industria del atún, permitiendo que las capturas pasaran de escasas a abundantes en cuestión de días.
A esta altura de la campaña, los resultados mejoran sensiblemente los datos registrados durante el mismo período de 2007. Las toneladas de atún recolectadas en las almadrabas gaditanas, en apenas una decena de levantadas, suman 938, distribuidas entre las 254 de Conil, las 260 de Barbate, las 210 de Zahara de los Atunes y las 214 de Tarifa. Dichas marcas en la balanza se traducen en la recogida de 5.377 ejemplares entre las cuatro localidades: 1.512 en Conil, 1.540 en Barbate, 1.175 en Zahara de los Atunes y 1.150 en Tarifa. La alta demanda de estos ejemplares, cuyo peso supera los 200 kilos de media, garantizará que el precio de cada uno de sus kilos no baje de los 10 euros.
A día de hoy, la salida de los barcos atuneros continúa siendo uno de los principales motores económicos de las localidades costeras. Sin ir más lejos, dicha operación pone en el mar cada día a unos 400 almadraberos y da trabajo en los distintos puertos a otras 200 personas, que esperan pacientes el regreso de las embarcaciones para manipular las capturas.
Rutina pesquera
LA VOZ acudió a primera hora al puerto de Barbate para embarcarse en uno de estos botes y poder conocer sobre el terreno algunos de los secretos mejor guardados de la pesca de almadraba.
La primera realidad desconocida por muchos es la extensa lista de factores que marca la diferencia entre que los barcos salgan a la mar o permanezcan en el puerto.
Tras unos 40 minutos de viaje, el barco llegó a la costa de Zahara de los Atunes. Allí esperaban perfectamente dispuestas las cuatro embarcaciones y las redes, o raberas de fuera y de tierra, que conforman el copo, que no es sino el cercado en el que quedan atrapados los peces.
Los primeros en actuar fueron los buzos, que rastrearon las profundidades para comprobar la presencia de atunes en la zona. Tras casi una hora de faena, los hombres rana dieron luz verde para que la pareja de barcos situados en el área inmediatamente anterior al copo, conocida como buche, iniciaran su labor, que consiste en conducir a los peces hacia el cercado. Para ello, las tripulaciones de ambos barcos sumergieron unas pantallas que luego zarandearon para simular la presencia y el ruido de una orca en las aguas que navegaban. Como era de esperar, los atunes huyeron asustados hacia una trampa sin escapatoria posible. Una vez hubieron quedado atrapados los peces, los barcos que delimitaban el copo, denominados sacada, testa y raberas de fuera y tierra, fueron acortando distancias. Los primeros movimientos pusieron en alerta a los peces, cuyo aleteó conjunto dio la impresión de hacer hervir el agua. Luego, conforme las redes iban subiendo, la falta de agua hizo por fin visibles a los enormes y majestuosos atunes, que saltaban entre las olas luchando por sus vidas con sus más de 200 kilos de peso de media.
La fase final de la levantada aparcó todo momento de hermosura para dar paso a episodios no aptos para estómagos delicados o almas ecologistas. Sin ir más lejos, los pescadores echaron el lazo a pequeños grupos de ejemplares y los subieron en grúa hasta las cubiertas de los barcos para luego desangrarlos. Una vez concluido este proceso, los atunes fueron depositados en las bodegas de las embarcaciones, que llenas de hielo actuaron como neveras de mercancías durante el traslado a puerto. Finalmente, la jornada laboral se saldó con la recogida de 260 ejemplares y un triunfal regreso a la lonja de Barbate.
Tradición familiar
Entre los almadraberos que transportaba el barco anfitrión se encontraban los barbateños Luis y Juan Luis Bernal, padre e hijo que llevan largos años haciendo de la pesca del atún su modo de vida. Ambos, de 60 y 32 años de edad respectivamente, son el claro ejemplo de la habitual pervivencia del arte de la almadraba a través de distintas generaciones familiares.
El padre, conductor, gruista y almadrabero, lleva más de quince años saliendo al mar en busca de su sustento y su dilatada experiencia le permite atesorar en su recuerdo tiempos mucho mejores que los actuales. «El incierto presente es sólo un reflejo de un glorioso pasado. La recogida del atún ha bajado en la última década alrededor de un ochenta por ciento y ha dejado al pueblo de Barbate en una situación muy complicada, ya que la pesca siempre ha sido una de las patas de la economía local. Debemos hacer todos un ejercicio de responsabilidad y admitir que los municipios costeros necesitan desarrollar nuevas actividades empresariales y turísticas para paliar los efectos de esta grave crisis en el sector», indicó Bernal.
El hijo, almadrabero copejador de agua, comenzó a pescar hace poco más de seis años. Dicho período le ha bastado para sentir en primera persona la dureza de este tipo de oficio. «Mi puesto consiste en controlar a los atunes desde el agua mientras tiene lugar la levantada de las redes. Esta labor implica grandes dosis de riesgo, pues los coletazos de unos animales tan pesados están cargados de fuerza. Sin ir más lejos, después de varios años he recibido serios golpes en las piernas y numerosos cortes», señaló Bernal.
Lo cierto es que ni la crisis del sector ni las nuevas tecnologías han conseguido acabar con unos artesanos cuyo amanecer diario se mueve al ritmo de las mareas, los vientos y la luna.