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DERECHAZO. De Iván Vicente a su segundo. / EFE
Toros

Una corrida de puzzle y firmeza de Iván Vicente

El torero de Colmenar dejó dos serias faenas con dos grandes estocadas

BARQUERITO
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Los diez primeros minutos tuvieron singular emoción. Un inmenso toraco de 610 kilos, o probablemente más. Tal vez de vuelta de alguna feria. Casi seis años. Al trote, deslumbrado, ajeno, distraído, buscó en andares sesgados puerta por donde escapar y, suelto de tres lances de apretón y bienvenida, quiso saltar y casi. El cuajo de toro viejo impuso y sedujo. Antes de sobreponerse la gente, se fue suelto el toro al caballo de la puerta. No hubo manera de cortar, encontronazo arrollador. Picador por los aires, un caballo revolcado como un pelele. La gran sorpresa fue, pasados los diez minutos de primera angustia, verlo tomar la muleta por abajo en dos tandas que cobró en las rayas y con la diestra Iván Vicente. Repitió el toro y, aunque se acabó metiendo o pensándoselo por la mano del giro, dejó siquiera estar.

No mucho más tuvo el toro, que casi a galope buscó tablas. Era cosa de faenar lo justo y con entereza, como estuvo haciendo Iván. Hasta que se empeñó en prolongar faena. Sin que el toro volviera a embrocarse ni una sola vez. Iván quiso jugar con la querencia del toro, que no se prestó. Se perdió el fuelle del brillante arranque. Una magnífica estocada.

Rompecabezas

Una corrida como un rompecabezas. El sobrero de Guadalest, impecable, aleonado, una hermosura, no hizo más que cosas buenas y muy buenas. De bravo. Un primer puyazo sin piedad lo dejó para el arrastre. Al décimo muletazo, reventado y aplomado, pidió el toro la cuenta. César Jiménez se embarcó en un interminable trasteo. Un pinchazo, una buena estocada.

No se acabó el cupo de toros con vida. La tuvo el tercero, moñudo, muy astifino, noble pero con las fuerzas justas; y la tuvo también un cuarto bis, afilado sobrero de Navalrosal, guerrero, agresivo, pronto, peleón, de pegar latigazos, siempre en acción y al ataque, como hacen los toros de esa ganadería, famosa por sus sobreros de A Eduardo Gallo lo descubrió cuando más se metía con el tercero. Una faena de firmeza pero sin tirar del toro ni terminar de templarlo. Una notable estocada. Con el toro de Navalrosal se encajó sereno Iván Vicente en faena de raro planteamiento. Claro en tablas el toro, que fue muy nervioso; de más difícil trato fuera de las rayas. De recorrer mucha plaza toro y torero. Una estocada excelente. Muy ofensivo pero muy destartalado el quinto, de genio distraído, se revolvió, pegó gaitazos, fue mirón y pegajoso. No era el toro que César Jiménez precisaba para salir airosoos medios. De manso murió el toro. El sexto tuvo aire de bisonte: la pinta y la traza. Ni bueno ni malo. Pero repuso en cuanto hubo que trabajar en serio. Tomaba tapado el primer muletazo, se metía en el siguiente. Sereno Gallo.