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TRIBUNA

Náutica: los planteamientos de un edificio

Laorga y yo pertenecemos a la generación de arquitectos siguiente a la que proyectó, tras la guerra civil, edificios públicos dentro del monumentalismo herreriano, neoclásico o ecléctico al uso. Por tanto, existía entre los jóvenes profesionales la reacción que siempre se produce en estos casos. Conscientes del esfuerzo nacional en generar recursos económicos, fue prioritario para nosotros proyectar con un método que habría de conseguir economías a costa de todo lo superfluo.

JOSÉ LÓPEZ ZANÓN
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En aquel momento hubiera sido nuestro norte la famosa frase de Bruno Taut, que en 1918 decía algo así como «no tenemos recursos para construir nada nuevo y es bueno que así sea, pues debemos emplear nuestro tiempo en meditar cómo debemos proceder a partir del momento en que estos recursos estén a nuestra disposición». En resumidas cuentas: racionalismo-positivismo-optimización para concebir un programa del que luego surgirá el proyecto.

Lo que se conoce generalmente como Movimiento Moderno presentó desde su origen una clara división entre dos tendencias renovadoras, entre los asiduos a los congresos internacionales de arquitectos modernos (CIAM). La primera, de los creadores de cultura germánica: holandeses, alemanes y centroeuropeos en general; la segunda su alternativa francesa, como producto intelectual que sustituirá a la vieja cuestión «lo bello versus lo útil», y dentro del trinomio racionalismo, función social e internacionalismo, la llamaron «el espíritu nuevo».

Razionelle Bebaunsweissen versus Carta de Atenas: la primera constituye la racionalidad como método, siendo su cabeza W. Gropius; la segunda se queda en la racionalidad como sistema, que encabeza Le Corbusier. Entendemos método como el modo de hacer con orden una cosa. El camino a seguir. Entendemos sistema, como conjunto de reglas y principios sobre una materia y enlazados entre sí.

En el Movimiento Moderno hay, pues, dos racionalismos: como método, «disposición que permite localizar y resolver los problemas que continuamente plantea nuestra existencia» y la arquitectura, será la forma del fenómeno. Como sistema, «redacción de normas y trazado de planes» que habrían de conjurar cualquier problema. A partir de ahí, la creación genial.

Los que no somos genios plásticos nos orientamos a servirnos del método.

La Fenomenología de Husserl o Filosofía de las Esencias, nos descubre el eidos (idea). En nuestro caso fue referencia la imagen sensorial de las escuelas de Brest y de la del Profesor Kruse en la desembocadura del Elba, trasmitidas a partir de experiencias ajenas. El análisis de lo que realmente habría de ser nuestra Escuela de Naútica (su esencia) sería una nueva manera de verla, esto es la identidad entre su apariencia y su realidad. Concretamente el camino a seguir fue: se parte de la intuición intelectual. Se eliminan previamente los prejuicios que pudieran existir. Mediante una reducción fenomenológica (epoje) se alcanzaría la esencia. Se obtiene así una nueva manera de ver que va a coincidir con la «cosa misma». De esta manera, el rigor lógico alcanza evidencia formal y deviene Arquitectura (Giulio Carlo Argan).

La actitud fenomenológica tiene una serie de normas entre las que destacaríamos:

Predisposición: abrir la sensibilidad a lo nuevo. No comprometerse con ningún dogma. Abandonar cualquier tendencia subjetiva. En principio, no dejarse arrastrar por la sensibilidad de la forma prescindiendo de cualquier preocupación estilística.

Encaje en su medio: la consideración del escenario urbano para componer el individualismo arquitectónico dentro de su propio marco. La sustitución de las formas heredadas por formas geométricas, dentro de un espacio también geométrico.

Composición: conseguir el carácter sintético y plástico mediante fragmentaciones volumétricas dentro de un equilibrio cromático limpio, fragmentaciones estas que carezcan de autonomía figurativa fuera del conjunto unitario.

El edificio resultante ha de poder ser leído como desarrollo orgánico de la misma actividad albergada. La existencia de una actividad humana deviene arquitectura cuando el rigor lógico alcanza evidencia formal.