Gustav Dudamel saluda tras una actuación de la Orquesta Juvenil Simón Bolívar, ataviados con los colores de Venezuela. / EFE
Cultura

El sonido de la música derrota a la delincuencia

El Príncipe de Asturias de las Artes distingue al Sistema de Orquestas Juveniles de Venezuela, un proyecto que ha salvado a miles de muchachos de la marginalidad

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El sonido de la música se ha impuesto por una vez al ruido de las pistolas. El jurado del premio Príncipe de Asturias de las Letras decidió ayer otorgar este galardón al Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, creado por José Antonio Abreu hace más de tres décadas. Un verdadero milagro en un país que sufre una de las tasas de delincuencia más altas del continente americano. En estos años ha ofrecido formación artística a cerca de 400.000 muchachos, integrados en más de 125 orquestas y coros a lo largo de todo el país. En muchos casos, esos jóvenes procedían de familias sin recursos, precisamente el caladero en el que los violentos buscan nuevos miembros para sus bandas. Al optar por empuñar un violín antes que una navaja o una pistola, esos jóvenes salvaron su vida y contribuyeron a mejorar el mundo. Alguno de ellos, como el director Gustavo Dudamel, parece dispuesto incluso a convertirse en una de las grandes estrellas de la música clásica del siglo XXI. Tal es la dimensión del milagro.

El jurado del Príncipe de Asturias de las Letras, el primero que se anuncia en la edición 2008, explicó ayer la concesión del galardón por la capacidad del Sistema -como lo conocen sus miembros- para «combinar la máxima calidad artística con una profunda convicción ética aplicada a la mejora de la realidad social». Con el lenguaje siempre alambicado de los jurados, apuntaba al doble éxito de Abreu, un profesor de música con experiencia en política, que es calificado por muchos de visionario. Ha conseguido mejorar la educación artística de un país con grandes carencias en ese ámbito y al mismo tiempo ha logrado elevar a la categoría de intérpretes de relieve internacional a algunos de los participantes en el programa.

Abreu, que acaba de cumplir 69 años, ya había sido candidato a este mismo galardón al menos en dos ocasiones anteriores. Músico de profesión, estudió composición y dirección, y en 1975 fundó la Orquesta Simón Bolívar, convertida ahora en el buque insignia de su proyecto. Esa agrupación fue la semilla de una red de pequeñas orquestas que comenzaron a abrirse en las escuelas de Caracas para extenderse luego por todo el país. Durante un tiempo se dedicó a la política: director de Planificación, asesor de Economía Nacional, diputado y ministro de Cultura. En 1994 lo abandonó todo para dedicarse en cuerpo y alma a su proyecto.

Aspecto social

La faceta social del mismo es inseparable de la educativa, a partir de una filosofía que ha expuesto con claridad: «Ningún proyecto social seriamente concebido para un país en desarrollo puede negar hoy a la democratización de la enseñanza artística el carácter de programa social prioritario para la capacitación y rescate de las nuevas generaciones». Así lo ha hecho, y el entusiasmo puesto sobre el atril por sus integrantes ha sido tal que los mejores directores y solistas del mundo se han ido a trabajar a Venezuela, olvidando las circunstancias políticas del país, dejando a un lado sus elevados emolumentos y despojándose de todo divismo. De Simon Rattle a Plácido Domingo, de Daniel Barenboim a Alicia de Larrocha, los elogios a la calidad de los jóvenes miembros de la orquesta son unánimes. Y sus resultados contrastables. No se trata sólo de que el director Claudio Abbado haya pedido el premio Nobel de la Paz para Abreu y que éste en los últimos años haya sido distinguido con numerosos galardones y doctorados honoris causa. Tan importante como eso es que de entre esa enorme cantera surjan verdaderos artistas de primera, como ya está sucediendo.

El modelo, además, ha tenido su extensión en América Latina, y ya hay orquestas y escuelas en Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Uruguay, y Abreu ha llegado a algunos acuerdos en España y Portugal para establecer una Comunidad Iberoamericana de la Música. Los resultados de su proyecto son tan incontestables que lo han colocado por encima de cualquier vicisitud política. Por eso, ayer los miembros del jurado tanto como quienes avalaron la candidatura de Abreu -es el caso de Barenboim-, destacaban sus méritos y desvinculaban el premio de todo interés de Estado en un momento de difíciles relaciones con Venezuela. De lo que se trata, como decía gráficamente Fernando Argenta, es de destacar la importancia que tiene «quitarle la pistola a un niño y darle un violín». Beethoven y Mozart, y con ellos un segmento de la Humanidad, están en deuda con Abreu.