EXPRESIVO. López Zanón viajó ayer desde Madrid para participar en el debate del colegio. / A. V.
JOSÉ LÓPEZ ZANÓN ARQUITECTO

«Un edificio sale a base de latidos del corazón y luego todo se borra»

El hombre que diseñó la antigua Escuela de Náutica, junto a Luis Laorga, recuerda cómo fueron aquellos años en los que concibieron su diseño

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Afirma que ya está del otro lado y que lo que le ha pasado a uno de sus edificios, la Escuela de Náutica, se debe a que él ha vivido más de lo debido. Que todo se va borrando, «porque hemos vendido el suelo una vez y lo volvemos a revender». Sin embargo, bajo ese aparente desapego, a José López Zanón le duele la sentencia de muerte que pesa sobre la obra que diseñó junto a Luis Laorga (ya fallecido) en los años sesenta. Y prueba de ello es que le pidió al conductor que le traía a Cádiz que no entrara por La Caleta en dirección al hotel Atlántico, que fuera por el otro lado. Y también, que se niega a fotografiarse en la fachada y mucho más, a entrar. Prefiere conservar de aquellos años las buenas historias, las anécdotas sobre Antoñito, el constructor y la luz de Cádiz posándose sobre la Escuela.

-¿Cómo fue el proceso por el que se llegó a crear este edificio?

-Había una escuela, que no sé si era de la época de la República, y nosotros lo que hicimos fue adaptarla. Se hizo una cosa pegada. Fue hacia 1963, pero la obra se empezó mucho más tarde. Creo recordar que tardó dos años. Ahora el estudio está desmontado. Luis Laorga murió en 1990, pero antes le había dado un infarto y sólo iba para pintar. Así que desde 1985 hasta 2008... figúrese los años que han pasado.

-¿Le entristece saber que lo pueden echar abajo?

-Eso me pasa por viejo. El arquitecto que vive muchos años empieza a ver cómo sube el valor del suelo y se vende y se revende.

-Pero la escuela está en la lista elaborada por el DoCoMoMo de edificios modernos que merece la pena conservar.

-Pero no está protegida. Nosotros tenemos la Universidad de Huesca, que es Bien de Interés Cultural Protegido de Aragón y a esa no se le toca nada.

-¿Y no le da pena?

-Yo estoy del lado del viejo que vive más tiempo del debido y estoy contento. Claro, no estoy contento con que lo vayan a tirar, porque con lo que cuesta parir un hijo... Y los edificios son como hijos. Pasa como cuando uno escribe un libro. Sale todo a base de latidos del corazón y entonces, todo se borra, desaparece.

-¿Qué recuerda tiene de aquellos años mientras se construía?

-Recuerdo cosas simpáticas, como unos amigos marinos que se encontraron en el pasillo del hotel con un norteamericano desnudo que creían que estaba muerto y luego resultó que el muerto bajó a desayunar por la mañana y era un soldado de Rota. O a Pepiño, el del Anteojo. También, la urta y la mojarra, que me gustaban mucho. Cádiz es una ciudad encantadora. Es lo más bonito que he visto. Tiene la luz más hermosa. Por eso los edificios valen más, porque la luz los hace armónicos.

-Usted trabajó mucho la arquitectura docente, sobre todo en universidades y escuelas navales...

-Era una reacción contra edificios anteriores, institucionales, de tipo monumental.

-¿Cuál era la premisa fundamental a la hora de plantearse el diseño?

-Nosotros construíamos lo más barato posible. Empezamos haciendo edificios de 30.000 pesetas. Hasta entonces no se había hecho nada. Hicimos escuelas como gallineros y se paró por la crisis. Sí se construía en el litoral, por el turismo. Pero cuando un país vende su propio cuerpo, ya sabemos lo que pasa.

-¿Náutica ha sufrido muchos cambios desde que lo terminó?

-El Estado le deja a uno hacer lo que quiera, pero luego hacen las reformas que les da la gana. Los edificios son máquinas y no se gastan dinero en mantenerlas. Una Escuela de Náutica tiene que funcionar como un barco.