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La defensa define la repetición del juicio por el crimen de La Viña como un «estropicio»
La Fiscalía dice en su alegato final que hubo irregularidades en la actuación policial, pero avala las pruebas obtenidas
Actualizado: GuardarEl deseo de celebrar «un juicio puro», expresado por el magistrado que preside la sala en el arranque de la vista oral por el crimen de La Viña, quedó ayer completamente dinamitado con la exposición final que hicieron las partes. No sólo la defensa hizo constantes menciones al primer juicio que tuvo lugar en 2002 y que fue anulado por el Tribunal Constitucional; también las acusaciones incluyeron en sus alegatos referencias a un juicio que a efectos jurídicos no tiene validez alguna ni debe influir en el veredicto que alcance el jurado popular.
En esencia, ésa era la intención del magistrado cuando reivindicó pureza en la celebración de la nueva vista oral. Pero en opinión de la defensa, es un deseo inalcanzable, mientras que las acusaciones particulares temen que los miembros del jurado terminen contaminados con lo acontecido hace seis años.
El letrado que defiende a José María Díaz fue vehemente en este punto, y definió la repetición del juicio como «un estropicio» del que han salido perjudicados los dos procesados, al verse acusados dos veces por los mismos delitos. El abogado defendió que no ha sido posible celebrar una vista oral sin tener en cuenta la anterior porque ha nacido «pervertida», ya que «los testigos ya vienen sabiendo lo que tienen que decir».
En esta segunda ocasión no ha habido las sorpresas que algunos testimonios depararon en 2002 y que fueron determinantes para que se llegara a un veredicto que liberó de cualquier culpa a los dos acusados. Así, las dos hijas de la víctima, Dominga Ramírez, identificaron las dos pulseras halladas en la vivienda de los procesados y aseguraron que eran propiedad de su madre. En cambio, en 2002, una de estas mujeres dudó en la identificación de una alhaja.
Dudar del móvil
Este episodio fue explotado por la defensa para tratar de desvirtuar la principal prueba que hay contra José María Díaz: las joyas. Su letrado volvió a cuestionar la investigación policial y se preguntó por qué su cliente estaba acusado al aparecer dos piezas de la anciana en su casa y no se encuentra en la misma situación la persona que entregó parte de las alhajas y que aseguró que se las había comprado a un intermediario. Sobre este último, desacreditó su declaración en la que acusaba a José María de haberle entregado parte de las pertenencias de Dominga, un día después de su asesinato, para que las vendiera. El abogado sostuvo que no hay testigos que acrediten que su patrocinado le dieran las joyas.
Cerró su exposición dudando incluso del móvil del crimen. Para la defensa no está tampoco probado que la persona que mató a Dominga lo hiciera para llevarse sus pocas pertenencias, y el robo pudo producirse tras la muerte violenta. Para ello, se apoyan en una llamada que según la defensa se realizó desde el teléfono de la difunta un día después de aparecer sin vida en su partidito viñero. Una circunstancia que fue negada por la Fiscalía, que explicó que se trataba de un desvío de llamada y que pudo hacerse desde otro número de teléfono.
Las acusaciones particulares iniciaron sus alegatos finales con referencias al anterior juicio, con la intención de evitar cualquier contaminación en los miembros del jurado. Les recordaron que todo lo ocurrido hace seis años no puede afectarles en la decisión que adopten y le explicaron al tribunal que la repetición de la vista oral viene refrendada por un fallo del Constitucional, que consideró que se había violado un derecho fundamental que tiene todo ciudadano a estar debidamente representado en cualquier procedimiento. Este detalle fue rebatido con dureza por la defensa, que negó la nulidad del anterior juicio, pese a la sentencia dictada, sosteniendo que la familia de la víctima lo había recurrido no porque se hubiera sentido indefensa, sino porque se había alcanzado un veredicto contrario a sus intereses.
Las acusaciones se centraron en sus principales bazas, como son las joyas aparecidas en el domicilio de los procesados y avalaron los testimonios que sitúan a José María Díaz en posesión de las alhajas porque todos los testigos que tuvieron en sus manos las joyas dieron una explicación de cómo las habían recibido, salvo el acusado que «sigue sin aclarar, a día de hoy, cómo habían llegado hasta su casa», relató uno de los letrados de la acusación.
La sorpresa del día
Pese a que el guión seguido en estos días ha sido casi idéntico al de las sesiones de hace seis años, en la jornada de ayer hubo espacio para la sorpresa. La Fiscalía se desmarcó del resto de acusaciones cuando en su turno de palabra llegó a reconocer irregularidades en la actuación policial, como viene argumentando la defensa, que ha tratado de hacer ver al jurado que José María Díaz fue coaccionado por la Policía en su primera declaración en Comisaría. Pero a reglón seguido, la fiscal jefe defendió la validez de las pruebas obtenidas durante las pesquisas de los agentes.
La representante del Ministerio Público subrayó que en la confesión que hizo José María aportó una serie de datos que en ese momento no sabía ni la Policía. El procesado explicó en Comisaría (después lo negó ante el juez) que había entrado a robar a la casa de Dominga y que terminó clavándole un cuchillo que tenía la víctima. Ese testimonio se produjo días antes de que un familiar asegurara a la Policía que de casa de su abuela faltaba un cuchillo de un juego de tres unidades.
Más fácil fue la defensa de la procesada, Inmaculada Astorga, después de que las acusaciones la exculparan de los cargos de asesinato y homicidio, y solicitaran una pena por encubridora. Su letrado se agarró a su deficiencia mental no sólo para explicar las contradicciones en las que incurrió su cliente en la primera jornada del juicio, sino también para dibujar el perfil de una mujer incapaz de colaborar en un crimen. También alegó que no hay pruebas que la impliquen directamente en el caso, tan sólo tres datos que según este letrado ni tan siquiera se pueden considerar indicios, como haber limpiado el pasillo que separaba su casa de la de Dominga la mañana en la que fue descubierto su cadáver, cuando no le tocaba asumir esas labores ese día.
El tribunal del jurado comenzará hoy con la deliberación en base a una series de preguntas concretas que le formulará el magistrado acerca de las pruebas recabadas.
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