Opinion

Ibarretxe en su callejón

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a reunión que ayer mantuvieron el presidente Rodríguez Zapatero y el lehendakari Ibarretxe dio el resultado previsto: la negativa del primero a aceptar la descabellada propuesta que el segundo le había remitido para convocar juntos una consulta popular en Euskadi que inaugurara la vía soberanista. Una negativa que fue públicamente ratificada por el presidente con expresiones de cierta displicencia hacia la iniciativa de Ibarretxe. Durante las últimas semanas, y especialmente tras dar a conocer el contenido de su propósito, sólo el lehendakari parecía creer que el acuerdo era posible. Esa imagen, entre ingenua y voluntariosa, puede responder a dos causas o intenciones igualmente inadmisibles. O Ibarretxe carece del sentido de la realidad que le es exigible a quien desempeña un cargo de tanta relevancia, o trata de jugar al victimismo protagonizando una farsa en la que él encarnaría el papel del generoso y el presidente el del cicatero. Y todo parece indicar que se trata de lo segundo. Sencillamente porque, llegado a este punto del callejón en el que comenzó a internarse hace ya seis años, Ibarretxe ha decidido explotar los lugares comunes del victimismo nacionalista para conseguir la aquiescencia de su partido y asegurarse el apoyo social más reactivo. Pero Ibarretxe sabe además que para sacar adelante la convocatoria de la consulta en el pleno parlamentario del próximo 27 de junio tendrá que contar con los votos de la izquierda abertzale. Como es consciente de que si logra aprobar en el Parlamento vasco una ley específica promoviendo la citada consulta, la inconstitucionalidad de la misma sería tan evidente que acabaría siendo anulada. Ibarretxe quiere arrastrar tras de sí a la Cámara de Vitoria y a esa parte de la opinión pública vasca que considera que la Ley nunca puede estar por encima de una decisión adoptada por el Legislativo autónomo, aunque ésta sea visiblemente ilegal. En cualquier caso, el problema más serio que plantea el desencuentro escenificado ayer es que Ibarretxe parece desentenderse de cualquier compromiso de fondo en materia antiterrorista; como si las condenas formales de los atentados de ETA por un lado y la tarea policial encomendada a la Ertzaintza por el otro fuesen suficientes para cubrir el expediente que en ese tema corresponde a las instituciones vascas. Cuando la acción del Gobierno vasco y de los tres partidos que lo integran debería ser la deslegitimación sistemática y sin excepciones del terrorismo y la censura permanente contra la cobertura que le presta la izquierda abertzale. Basta constatar que la agenda soberanista sólo puede ser inaugurada con el concurso de los escaños del PCTV para concluir que Ibarretxe se ha situado, de cara al pleno parlamentario del 27 de junio, entre la intolerable legitimación, una vez más, de la izquierda abertzale y el patético final que para él y su partido supondría no sacar adelante su ansiada convocatoria de consulta popular.