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Somos Doscientos Mil | La vacuna

Decido escribir hoy sobre medicina pues, para alegría de todo el colectivo femenino, en especial de aquellas mujeres que se hallan en edad -presente o futura- de mantener relaciones sexuales, desde este pasado domingo se encuentra a la venta en las farmacias de todo el país, la primera vacuna de prevención del cáncer de cuello de útero y otras enfermedades genitales, causadas por el virus del papiloma humano.

ILDEFONSO CÁCERES
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Esta vacuna (de nombre Gardasil), protege al menos contra cuatro clases de virus del papiloma humano (VPH), de los que dos causan cáncer de cuello de útero, mientras que los otros provocan diversas enfermedades genitales. El virus, bastante común y de fácil transmisión, especialmente por vía sexual, es culpable del 75% de los cánceres de cuello de útero, del 70% de los tumores de vulva y vagina, así como del 90% de las verrugas genitales que se producen en el Continente Europeo.

Dicen las estadísticas que el 70% de las mujeres sexualmente activas están expuestas a este virus en algún momento de su vida, produciéndose la mayor incidencia entre los 20 y 30 años de edad. No obstante, como la aparición del cáncer suele tardar unos quince años, la enfermedad da la cara cuando la mujer tiene entre 40 y 45 años. En Europa, el cáncer de cuello de útero es la segunda causa de muerte entre mujeres menores de 44 años. Sólo en España afecta cada año a unas 2.100 españolas de las que fallecen 740; es decir, cada día mueren dos mujeres en España por culpa de una enfermedad para la que, afortunadamente, ya existe vacuna.

Así que desde aquí animo al sexo femenino a ahorrar y gastarse los cuartos, pues aquellas mujeres que nunca se hayan infectado con este virus y que se vacunen, quedarán inmunizadas contra la mayoría de las infecciones genitales graves. De hecho ensayos clínicos realizados a más de 27.000 mujeres en 33 países de todo el mundo (adolescentes de 9 a 15 años y mujeres de 16 a 26 años), han demostrado una eficacia prácticamente del 100% en los cánceres y dolencias asociados al VPH.

Lo lógico sería, pensarán ustedes, que ante un problema y una solución de tal magnitud nuestra sanidad pública, en manos de la ínclita Junta Andaluza, diera el paso de incluir esta vacuna en el calendario oficial. De hecho, parece que por ahí van los tiros y el propio Ministro de Sanidad ha recomendado que los ciudadanos esperen, pues aunque la vacuna está disponible, ello no supone que sea gratuita (las tres dosis cuestan 464,58 euros), por lo que se aconseja esperar hasta que la misma se incluya en el calendario de vacunaciones.

Lo triste de la historia -como siempre- es que mientras la Comunidad de Castilla y León comenzó ayer lunes a administrar la vacuna, y otras Comunidades, como Aragón o Madrid, han anunciado su inmediata inclusión en el programa de vacunaciones, aquí en Andalucía nuestro sistema sanitario aún no sabe si pondrá en marcha este programa, al punto de que la Consejería sólo baraja la posibilidad de que sean vacunadas las niñas de entre 11 y 14 años de edad. Al resto de las mujeres, como deducirán, simplemente les queda la opción de darse de cara ante su farmacéutico y comprar el producto.

No quiero ahondar en la lamentable situación sanitaria de nuestra Comunidad. Hace unos meses escribía sobre lo difícil que resulta acceder al tratamiento contra el tabaquismo (principal problema sanitario andaluz) y, por compararlo con el loable trabajo que el SAS desarrolla respecto a operaciones de cambio de sexo, he recibido todo tipo de críticas e insultos respecto a mis opiniones y mi persona. Así que simplemente me limitaré a pedir cordura a nuestras Autoridades para que tomen el tema en serio. Seguramente el coste de una campaña masiva de vacunación sea inferior a cualquiera de los múltiples e inútiles despliegues propagandísticos que realiza la Junta, máxime si tenemos en cuenta que las lesiones y tumores causados por el VPH cuestan cada año unos 220 millones de euros.

Pero temo que en nuestra querida Andalucía -donde se desarrolla el tercer Plan de modernización de la Sanidad, cuando el primero está aún inconcluso-, esperar que el médico de cabecera prescriba de forma gratuita la vacuna es una quimera tal, que casi mejor sea preferible encomendarse a la Divina Providencia y que el virus pase de largo.