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Calle Porvera | Costa del sol, costa del golf

Aunque corro el riesgo de que mi compañera Pepa, que ha sido marbellera -¿Uyy! Perdón, marbellí- durante su adolescencia, me dé para el pelo durante quince días, no he podido evitar dedicar estas líneas a esa franja costera que hay entre Algeciras y Málaga. Por más que puedan hablar en la tele de especulación urbanística, de incumplimiento de las leyes del suelo, en definitiva, de cemento y más cemento por todas partes, hasta que uno no lo ve con sus propios ojos no alcanza a comprender la dimensión del estropicio.

VIRGINIA MONTERO
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Para más inri, el cartelito tan mono (los arrancaba yo todos de cuajo) que dice Costa del Sol, costa del golf, indica hasta qué punto hay green en cualquier laderita o trocito de tierra en el que no hayan podido levantar un bloque de siete pisos. Algunos de estos edificios, muchos de ellos construidos en forma piramidal no sé por qué, están completamente solos, aislados de cualquier otra construcción y orientados hacia un monte o hacia la carretera -qué bien tener una vivienda de lujo con vistas a una autovía atestada de coches y camiones-.

Mi único pensamiento cuando atravesaba yo esta selva de centros comerciales acristalados, urbanizaciones con nombres de mujer rodeadas de altos muros en el que, a veces, se vislumbraban hermosas calas, es que no vaya a ocurrir lo mismo con nuestras finísimas playas de Zahara, Tarifa o Vejer por mucho famoso que decida veranear allí. Si yo las he conocido rodeadas de pinares, ¿seremos capaces de conservarlas así para que las disfruten también nuestros hijos?

vmontero@lavozdigital.es