Vuelta de Hoja | El nombre de las cosas
Si a un diplomático de verdad, quiero decir de carrera y no de los que en vez de haber pasado por ella pasan por ser los más adictos al partido que los ha nombrado, le preguntan cuál es el nombre que puede definir cualquier situación, hace dos cosas: la primera callarse y la segunda no abrir la boca.
Actualizado:Hay cosas de difícil definición y otras de definición imposible. Sólo los poetas aspiran a enunciarlas. Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas, rogó a sus íntimos dioses tutelares Juan Ramón Jiménez.
Por su parte, que no era inferior a la de nadie, Borges aspiraba a designar cada cosa con su preciso y verdadero y no sabido nombre. Ahora nadie tiene, entre la jungla de esforzados y farsantes cofrades de la política, esas preocupaciones semánticas y le llaman desaceleración a la crisis, lo que no deja de ser una buena manera para irnos acostumbrando a seguirle llamando desaceleración a la ruina.
Los síntomas empiezan a ser mortales, pero todavía estamos vivos. Como desde que era chico me contaron que Dios todo lo sabe, puedo afirmar que bien sabe Dios que nunca he tendido al pesimismo. No habitamos el mejor de los mundos posibles, pero tampoco el peor. Esta porción de planeta es manifiestamente mejorable, pero también peorable. Es el momento de no ocultar nada a sus habitantes, ya que estamos capacitados para darnos cuenta.
El panorama sigue siendo el mismo aunque cerremos los ojos. La crisis inmobiliaria ha recortado los ingresos autonómicos. Cae la recaudación por el impuesto de Transmisiones.
Las ventas de pisos se derrumban en un 72 por ciento y arrastran a las inmobiliarias. Crecemos menos de la mitad que la Eurozona. Por favor, que no le llamen a esto desaceleración si no quieren que les llamemos a ellos embusteros.