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a las duras y a las maduras

CALLE PORVERA Estoy segura de que nadie que no esté sometido al acoso mediático puede ser consciente de hasta qué punto los paparazzis llegan a influir negativamente en una vida. Tener a una o varias personas de guardia a las puertas de tu casa de forma perpetua tiene que ser insufrible, por no hablar de la falta de privacidad absoluta que todo eso conlleva, ya que ni uno solo de tus pasos se escapa del escenario de lo público. Una situación inquietante que padecen muchos personajes de este país, aunque la mayoría de ellos probablemente haya alimentado esta persecución en algún momento con sus actos.

ALMUDENA DOÑA admontalvo@lavozdigital.es
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Sin embargo, no creo en absoluto que sea éste el caso de la controvertida Telma Ortiz. Sí es cierto que la hermana de la princesa de Asturias aparece con relativa frecuencia en los medios, algo que no deja de ser normal, pero tampoco entra en el saco de los que tienen la alcachofa pegada a sus faldas todo el día. Ella, lo quiera o no, es objetivamente una persona pública, y en eso precisamente se fundamenta el fallo de la jueza que ha desestimado su exagerada demanda contra 57 empresas de comunicación, muchas de las cuales ni siquiera han publicado una sola imagen de Telma o su pareja.

Se trata inevitablemente de alguien de interés, y en realidad debe tenerlo más claro de lo que aparenta, porque si no, no hubiera podido disfrutar del trato preferente que aseguran le dispensaron en el centro sanitario donde recientemente dio a luz a su hija. Tener ciertos privilegios conlleva su riesgo, y aunque a todos nos gustaría quedarnos sólo con lo bueno de una determinada circunstancia, si ella realmente lucha por pasar desapercibida, que empiece por asumir las consecuencias de ser una persona normal.