La víctima en el crimen de La Viña notó que le faltaba dinero el día antes de su muerte
Un nieto de Dominga Ramírez cree que los dos procesados entraban en su casa y le robaban pequeñas cantidades del bolso que dejaba a la vista de todos
Actualizado: GuardarEl juicio por el crimen de La Viña prosiguió ayer en una jornada dedicada casi en exclusiva a los vecinos que residían en el número 4 de la calle Paco Alba cuando Dominga Ramírez fue apuñalada en su partidito de la primera planta. Aquellos que aún viven fueron interrogados ayer para establecer cuáles fueron sus movimientos en la noche que fue asesinada la víctima y cómo se desayunaron a la mañana siguiente la trágica noticia.
La estrategia de las acusaciones era demostrar a través de estas declaraciones que la puerta de entrada a la finca y la que da acceso a la azotea estaban cerradas la noche del crimen. Esta circunstancia probaría que los autores del asesinato estaban dentro del inmueble. Algunos vecinos coincidieron en que el antiguo portón principal estaba en muy mal estado y se podría abrir de un «empujón». La Fiscalía y los letrados que defienden los intereses de las hijas de la finada insistieron con sus preguntas en saber si alguien de fuera, que quisiera entrar a la fuerza en el inmueble de esa manera, se le habría escuchado. Algunos de los testigos dijeron que sí; mientras que otros, bien por la avanzada edad o porque están sometidos a tratamiento médico, aseguraron lo contrario.
Extraño comportamiento
En la sesión anterior, uno de los vecinos de la planta baja, que fue investigado por la Policía por tener antecedentes y ser consumidor habitual de drogas por esas fechas, aseguró ante el tribunal que en los días posteriores a la muerte de Dominga, el matrimonio acusado (José María Díaz e Inmaculada Astorga) evidenció un comportamiento extraño. Esta persona sostenía que estaban nerviosos y que eran los únicos que no cruzaban comentarios sobre el asesinato en las conversaciones que mantenían los vecinos.
Algunas de las preguntas formuladas por el jurado en el día de ayer tenían como fin contrastar este dato con los otros residentes del inmueble. Pese a que la mayoría respondió que tanto José María como Inmaculada se mantenían al margen del resto del vecindario, también subrayaron que habitualmente ése era su comportamiento.
Además de los vecinos, el tribunal popular tuvo ocasión de oir ayer las palabras de uno de los nietos de la fallecida. Este joven, al igual que su madre y su tía hicieron en días pasados, reconoció las joyas de su abuela cuando les mostraron las alhajas que supuestamente vendió el acusado a través de un mediador a un hombre que las escondió en un chalé de Chiclana, donde fueron recuperadas por la Policía.
Pero este testigo, además, aportó una información sobre la que se asienta su versión de los hechos. Este familiar de Dominga recordó que días antes de su fallecimiento su abuela le dijo en reiteradas ocasiones que le faltaba dinero de su monedero, el cual guardaba en un bolso que siempre dejaba, a la vista de todos, encima de un mueble de su vivienda. «Al principio no le dí importancia y le decía que podía haberse confundido. Pero no me imaginaba lo que realmente estaba pasando». Ante esta afirmación, el magistrado le preguntó: «¿Y qué pasaba según usted?». El nieto de Dominga miró a los procesados y respondió: «Que estos señores entraban en su casa a robarle».
Otro de los datos que trató de explotar la acusación particular fue aportado por una vecina que reside en la segunda planta de la finca. Esta joven escuchó unos pasos de alguien que vestía tacones y que recorrió el pasillo desde la puerta de la difunta hasta la vivienda de los procesados cuando se disponía acostarse, ya pasada la medianoche. Aunque a preguntas de la defensa, esta chica aseguró que no había escuchado la televisión de Dominga, cuando la mayoría de los testigos señalaron que estaba encendida cuando fue descubierto el cadáver.
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