Israel, sexagenario
Aquí tienen la prueba del estatus único de que dispone Israel en Washington: mientras el presidente Bush volaba hacia allí, un portavoz oficial confirmó planes para seguir construyendo viviendas en los territorios ocupados aunque la parte norteamericana pide su congelación. La llegada del presidente a Israel coincide con una caída en picado de la popularidad de su colega palestino, Mahmud Abbas, líder de la moderada Autoridad dirigida por al-Fatah y con un comunicado de Hamas según el cual los islamistas nunca reconocerán a Israel.
Actualizado: GuardarBush no había pisado el país durante los siete primeros años de sus dos mandatos y, de repente, se ha aficionado: estuvo en enero para empujar su proyecto de paz (Conferencia de Annapolis de noviembre pasado) y anunció entonces que volvería para los fastos del aniversario. Hoy irá a Masada, el santuario del nacionalismo judío (una gesta militar suicida contra los romanos antes de la derrota final) y hablará ante el Parlamento.
No ha tenido a bien ir a Ramala, sede del gobierno palestino y el disminuido Abbas deberá ir el sábado a Charm-el-Cheik, en Egipto, para ser recibido allí, lo mismo que el rey jordano y el primer ministro libanés. También hará una escala en Arabia Saudí donde pedirá al rey Abdalá que la OPEP aumente el bombeo de petróleo y para festejar los 75 años de relaciones saudo-americanas (rey Saud y presidente Roosevelt). Por entonces, 1943, faltaban cuatro años para la partición de Palestina y cinco para la creación del Estado de Israel. Desde entonces, los israelíes sólo han sido reconocidos por Egipto y Jordania. Mauritania tiene relaciones diplomáticas, irrelevantes a efectos políticos. Y en Israel saben de sobra que si los tratados con jordanos y egipcios fueran sometidos a un referéndum serían revocados, tal es su impopularidad real. Esa es la situación, bien conocida: Israel es una potencia tecnológica y militar con armas nucleares «clandestinas» (nunca ha firmado el Tratado de No Proliferación y no informa al respecto) y prevalece sobre el terreno. Pero la vecindad árabe-islámica en la que vive le detesta y, por tanto, está privado de la seguridad genuina, la que nace de la aceptación sincera y la confianza. Así se está desde 1948 y así se seguirá indefinidamente, salvo sorpresa.