¿Consuelo?
Actualizado: Guardarunque es cierto que esgrimir razones que suavizan los disgustos es una reacción psicológica explicable y, en cierta medida, saludable, hemos de reconocer que, a veces, es una estrategia contraproducente porque contribuye a enmascarar la naturaleza de los problemas y, en consecuencia, puede entorpecer la búsqueda de las soluciones adecuadas. Éstas son las ventajas y los inconvenientes de los calmantes y, sobre todo, de los tratamientos terapéuticos que sólo producen un efecto placebo. Me estoy refiriendo, como habrán advertido, a esas declaraciones de Raúl Procopio en las que enfatiza los alicientes que la inseguridad clasificatoria aporta a los últimos partidos de esta desafortunada temporada del equipo amarillo. Es cierto que uno de los atractivos de las competiciones deportivas es lo azaroso de sus resultados, pero hemos de reconocer que existen unas diferencias sustanciales entre las razonables dudas que genera un posible triunfo, y los angustiosos temores que suscita un probable fracaso. La tensión que ante un inseguro ascenso experimentamos al comienzo de esta liga no es comparable con el miedo que algunos sienten ante el posible descenso de categoría. Estoy seguro de que no sólo la totalidad de los jugadores y gran parte de los aficionados sino incluso el mismo entrenador preferirían que, en estos momentos, disminuyera la emoción y que estuviéramos más tranquilos porque el equipo tiene ya asegurada la permanencia. Quizás así, volveríamos nuevamente a ilusionarnos con la preparación de la próxima temporada en la que el equipo - «sin duda alguna» repetiríamos una vez más- pelearía desde el principio hasta el final por lograr un posible y probable ascenso. No es lo mismo soñar que tener pesadillas. Por eso les rogamos encarecidamente a todos los integrantes de la plantilla que el próximo domingo ganen al Celta y que no se preocupen si los partidos que restan los vivimos sin tanta emoción.