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Explicarse mejor

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a lectura de la ponencia política que se debatirá en el congreso del PP confirma que la causa del distanciamiento protagonizado por María San Gil no estaba en dicho texto, sino en la interpretación que del mismo pudiera hacer la dirección de su partido tras el cónclave de Valencia. Los principios, valores y objetivos del PP han sido redactados en la citada ponencia mediante constantes referencias a la Constitución y al Estado de Derecho, lo que brinda a su exposición un rigor democrático sin tacha, dando lugar a un lenguaje moderado más propicio al diálogo. Pero tanto el compromiso que expresa con la «Nación española», considerada como «garantía de la libertad y de la igualdad de todos los españoles», como la crítica que dirige a «la permanente deslealtad» de los partidos nacionalistas, o su apuesta por la derrota sin paliativos de ETA confieren al documento una continuidad de fondo respecto a la trayectoria del Partido Popular. La definición de una estrategia política se desliza peligrosamente hacia el dogma cuando sus actores acaban considerando que los fines pretendidos sólo pueden alcanzarse de una única forma. Los valores y principios que encarna el PP, como los que representa cualquier otra formación, pueden realizarse de diversas maneras, que se reflejan en la pluralidad de sensibilidades que conviven dentro de él. Sólo reconociéndolo así pueden funcionar las organizaciones políticas, asumiendo sus integrantes que la forma concreta de realizar sus principios fundacionales es decidida en cada momento por mayoría. Está fuera de toda duda que María San Gil es perfectamente consciente de que el ideario popular puede hacerse realidad a través de un amplio abanico de actitudes y políticas posibles. Como parece evidente su convencimiento de que las maneras del equipo de Rajoy no coinciden con las suyas. Pero, a tenor del contenido de la ponencia a cuya redacción contribuyó, el paso que dio en la noche del domingo requeriría una explicación más pormenorizada por parte de ella. Esa clarificación no tendría por qué deteriorar aun más un partido que está evidenciando dificultades para administrar sus diferencias internas, podría atenuar los efectos de su decisión en sus relaciones con Mariano Rajoy, y permitiría a los populares vascos afrontar con mayor entereza la que probablemente será la primera de las citas electorales que esperan al PP: las autonómicas de Euskadi.