Caimanes
Uno de los fracasos más estrepitosos de TVE en esta temporada ha sido el programa musical No disparen al pianista, que se emite en La 2. Tenía dos objetivos: abrir en la pantalla una ventana a la música pop real y atraerse con ella a un público joven que TVE viene buscando de distintas maneras (por ejemplo, a través de Muchachada nui) y que no termina de engancharse. Es verdad que la música pop, desde hace años, se ha convertido en un género difícil para la pantalla: no le fue bien a Séptimo de caballería de Bosé en TVE 1 y le ha ido mucho peor al iPop de La 2 en la etapa más reciente.
Actualizado: GuardarNo disparen tenía que aprender de los errores previos y buscar mejor suerte que sus predecesores, pero no lo ha conseguido. Incluso al revés. ¿Por qué? Probablemente, porque la clave de la cuestión no está en el tipo de programa que se haga, sino en su propio asunto, la música pop, que desde hace muchos años ha encontrado formas de sobrevivir al margen de la televisión. Pero en este caso ocurre, además, que No disparen al pianista nació rodeado por una bronca que no ha beneficiado en absoluto al programa. Este espacio fue encabezado inicialmente por Santiago Alcanda, un clásico de la crítica musical (además de cofundador de Gomaspuma) que goza de gran prestigio en ese mundillo, pero al poco tiempo (tres emisiones) fue sustituido por Santiago Rodríguez Villasante.
Hace unos días entrevistaban a Alcanda en popes80.com, la web de Itxu Díaz, y le preguntaban por este asunto. La respuesta era lapidaria: «No disparen al pianista es el hijo que me han arrebatado los caimanes de despacho de TVE». Que por los pasillos de TVE están infestados de fauna peligrosa es algo que se conoce de antiguo, incluso desde su misma fundación. Ahora, gracias a Alcanda, ya hemos podido identificar a los caimanes en la cúspide de la pirámide trófica, lo cual no deja de ser un avance. Lo que no avanza en absoluto es No disparen al pianista, que se estrenó con una cuota del 2,8% y la semana pasada marcaba un 2,7%. Estamos hablando de menos de medio millón de espectadores, que para un programa que se emite a las nueve y pico de la noche es una miseria. Miseria, sin embargo, que nutre al caimán.