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CRÍTICA

Tres dialectos, un solo idioma

Merche Esmeralda, gran dama del baile flamenco, con todo el garbo y presencia de la escuela sevillana que le corresponde. Belén Maya, granadina, la primera bailaora en reflejar el nuevo mundo flamenco generado por Paco de Lucía y Camarón. Rocío Molina, malagueña, jovencísima y original, venera el pasado a la vez que siente la inquietud propia de su edad. Agregar el genio del legendario bailaor y coreógrafo Mario Maya, tres guitarras y tres voces de absoluta solvencia, mezclar y servir.

ESTELA ZATANIA
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Esa es la receta que ha dado lugar a Mujeres, una de las mejores obras de baile flamenco de años recientes. Desde su estreno hace pocos meses, ha madurado admirable y eficazmente. Si en el Festival de Jerez fue votado como el mejor espectáculo del dilatado programa, ahora se sabe con qué compararlo ni qué destacar. Los tangos que interpreta Belén, rezuman todo el sabor de Sacromonte pasado por el tamiz de su inacabable y fértil imaginación, con una generosa dosis de picardía. Rocío muestra otra dimensión de la siguiriya, sensual, coqueta, dinámica y fresca, sin perder el hilo de lo jondo. Merche, la gran veterana, por soleá, hermosa madurez y fascinantes movimientos. Apetece consultar el programa, pero cualquiera aparta la vista del escenario.

La mano e intelecto de Mario Maya, director artístico, se notan en todo momento. El maestro no coreografía. Mario Maya lo que hace es dibujar y pintar con pinceles humanos, una sorprendente capacidad que llega a las alturas con un bellísimo paso a dos entre su hija Belén y Rocío Molina. Vestidas de color carne que insinúa desnudez, el baile a antiguos romances de El Puerto es onírico y original. Mario rechaza el efectismo simple de «cuerpos bailando iguales», y coloca a las mujeres en posturas que se contrastan y se complementan, salvando la dificultad de unir a dos personalidades fuertes y bien definidas en un baile armonioso.

Admirablemente, Mujeres reivindica el uso de los accesorios tradicionales del baile femenino que prácticamente habían caído en desuso en décadas recientes. Se hace gala del mantón de manila, el abanico, las castañuelas, y más notablemente, la bata de cola. Sobresale José Luís Rodríguez a la guitarra, pero en general sería difícil citar ningún elemento flojo en este pulido y bien cuidado montaje.

Todo acaba con el banquete visual de los caracoles, creación ex profeso de Manuel Liñán para el trío de bailaoras, y un delicioso fin de fiesta. Mujeres es una celebración de la época de baile de mujer que marca esta primera década del nuevo milenio: tres maestras, tres generaciones, tres dialectos de un ma-ravilloso idioma.